HOMILIA DE LA
FRANCIS
Afrontar la tragedia de esta
muerte es imposible humanamente hablando. Un ateo nada más puede añadir. Y un beato si habla, para hacernos creer que esto es voluntad del Altísimo más vale que se calle, porque blasfema, y a
cualquier persona sensata y no tarada, sus exabruptos le llevan al escándalo. Así que creo que lo mejor es volver nuestros ojos a Francis, nuestra catequista, mi amiga y hermana, Santa ante mi
conciencia.
¿Qué nos enseñas tú, tesoro,
el día en que vamos a dar cristiana sepultura a tu cuerpo inerte que ya no te crucifica más porque tu viernes santo particular ha terminado? Porque tú has sido siempre nuestra catequista y maestra en
la fe. Presto atención a tu voz que ahora ya resuena para siempre en mi alma y esto escucho:
- En esta hora amarga y siempre, llenaos del
Espíritu de Jesús resucitado. Porque si lo hacéis superaréis vuestros miedos, no os ahogaréis en vuestros llantos, no cederéis a la desesperación, no sucumbiréis en las dudas, no os helaréis ante el
vacío de los sentidos, y Él os salvará de la incredulidad y que os llevaría a vivir como muertos, como unos “zoombies”. ¿Pero acaso es que nuestra Francis conocía la acción del
Espíritu Santo para decirnos eso? Miremos a Gálatas 5,22-23: “En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, lealtad,humildad y dominio de sí
mismo”. Y ahora soy yo el que os pregunto a todos ¿acaso nuestra Francis tuvo estos frutos en su vida? ¿Francis amó o fue una mujer alegre, a pesar del Cáncer que estaba matando su
cuerpo que no su alma?¿Ella fue mujer de paz incapaz de crear conflictos y no resolverlos pronto?¿Nuestra amiga fue tolerante y amable?¿Nuestra hermana fue buena o leal con su esposo, sus hijos, su
familia, sus amigos, sus miembros de equipo, sus hermanos en la fe, y con todo su entorno?¿Es que esta mujer fue acaso humilde?¿Es que nuestra catequista querida fue ejemplo de dominio de sí, aún
teniendo que afrontar una enfermedad terminal con treinta tres años, enamorada de su Carlos hasta las trancas, y madre de dos preciosos hijos: Pedro y Carlos? Hermanos, no me equivoco: ¡LO FUE!. Si
alguien puede aconsejarnos en este sábado santo en que nos encontramos hoy, donde solo vemos un ataúd y una sepultura, que nos alimentemos del Espíritu de Jesucristo resucitado es ella, y nadie mejor
que ella. Porque el Espíritu de Dios la ha señalado como suya en este mundo nuestro. Pues la brevedad de su vida no ha significado irrelevancia, Pues como Cristo, con sus mismos años de vida, ha
tocado el corazón de todos, con su misma gracia, dejando un recuerdo imborrable con su maravillosa relevancia, llena de la Gracia de Dios.
- Para llenaros de este Santo Espíritu como
yo he hecho alimentaos de Jesucristo como nos enseña el capitulo 5 de San Juan, porque él es el pan de vida que nos hace vivir en Plenitud. Este pan aunque muramos nos hace vivir para siempre.
De nuevo ahora os pregunto a todos, ¿acaso es que Francis ha vivido entre nosotros alimentándose de Jesucristo en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en
la adversidad?¿Acaso ella ha compartido su vida con su comunidad parroquial?¿Acaso ha escuchado la Palabra de Jesús con fruto y la ha enseñado a los demás según sus fuerzas?¿Acaso ha muerto con las
botas puestas siendo luz en medio de las tinieblas?¿Acaso ha orado junto a nosotros?¿Acaso ha partido el pan con alegría y ha saboreado a Cristo en los sacramentos?¿Acaso ha compartido su vida y su
haber con los que la han necesitado? Hermanos, alto y claro os lo digo: ¡SIN DUDA!. ¿Por qué creéis que ella abrazada a su Carlos, ha partido de este mundo enamorada y con una sonrisa que conmocionó
a toda su familia aquí presente, cuando la vida y este loco “Cosmos” la había matado sin miramientos y sin ningún asomo de justicia? Sin justicia se la llevaron como a Cristo, Siervo de YHWH. Pero
como Cristo con un corazón lleno de fe, de esperanza y de amor, porque el veneno de la enfermedad pudo atacar su cuerpo pero nada pudo hacer en su alma. Para mí Francis es Santa, porque si no esta
mujer no lo ha sido, entonces yo no sé lo que es un santo. Y ella me ha enseñado que alimentados por el amor de Cristo y del amor de Cristo, nada ni nadie podrá contra nosotros como nos enseña Pablo
en Romanos 8.
- Así que tras escuchar a mi catequista os digo
ante San Roque, que fortuitamente por arreglo de su capilla, nos acompaña en el altar mayor, junto a su querida Misericordia, que tuvo por trono sus brazos luminosos aunque enfermos aquel domingo
inolvidable de Pascua y su Resucitado, que no condenaré su voz al silencio, que hablaré con ella y que le pediré siempre que ruegue por nosotros. Ella nació a la fe en San Roque de Alcantarilla, y
nuestro patrón ha venido al altar mayor en su entierro para estar cerca de ella, así que al oír su voz de catequista perpetua, no olvidaré solicitarle siempre que el día de mi hora me salga al
encuentro con todos los amados que se me han ido de este mundo, antes que yo.
- Por ello al oír su voz de catequista, al darme
cuenta que ha vivido como Cristo, muriendo como Él a su misma hora, a su misma edad, siendo inocente, y padeciendo la misma crueldad e injusticia a manos de esta vida, al percatarme de que en
Getsemaní tampoco su dulce voz ha sido atendida por este macabro cosmos, HOY os digo: “que si hoy estamos tristes porque se nos ha ido, la VOLVEREMOS A VER, y ese día sentiremos una alegría que nadie
nos podrá quitar, de modo que los que ahora lloramos, mañana seremos dichosos y reiremos, cuando la esperanza de paso a la visión, y porque Cristo ha resucitado, descubramos que el amor y la vida son
mas fuertes que la muerte. Ese día no preguntaremos nada, porque Dios lo será todo en todos, y el primer mundo, con su luto, su muerte, su llanto y su dolor, habrán pasado para
siempre.
- Así que AMADA FRANCIS, NOS HAS AMADO Y TE HEMOS
AMADO, DESCANSA EN LA PAZ QUE ESTE MUNDO NO TE HA DADO, Y AHORA HERMANA, RUEGA SIEMPRE POR NOSOTROS Y NUNCA NOS ABANDONES NI OLVIDES. SIEMPRE CONTAMOS CONTIGO Y CON TU AYUDA. SE NUESTRO ANGEL PARA
QUE TODOS PODAMOS ALCANZAR LA VIDA ETERNA. AMÉN.