Una homilia debe ser un diálogo con la Palabra. Dios con su Palabra dialoga con nosotros. Los signos de los tiempos hacen que la Palabra resplandezca ante nuestros ojos y nuestros oidos. El Espíritu de Dios lo hace. No escuchar esta Palabra es privarse de un enorme caudal de Sabiduría y Gracia.
A parte de la homilia, los jueves por la noche a las 21horas, se va leyendo de manera explicativa la Biblia de manera progresiva desde hace año y medio.
PASCUA
DOMINGO 5 PASCUA
Sufrimientos no faltan, ni infiernos tampoco. A veces la vida, en algunos casos, viene repleta de ellos. Por eso la voz del resucitado resuena fuerte en nuestros corazones hoy.
A los que sufren por cualquier causa, Jesús resucitado, nos dice que antes de llegar al Reino pasaremos por muchas tribulaciones, por lo que es importante mantener el ánimo y para ello, nada mejor que perseverar en la fe. La fe mantiene vivo el ánimo vital. La fe en Dios que ha resucitado a Jesús nos hace mantener la fe en la vida, contra viento y marea, por más complicaciones que nos aflijan. Nada detuvo a nuestros primeros hermanos, ni a los discípulos, ni a los apóstoles y no lo tuvieron fácil. Como tampoco nosotros. No dejarnos aplastar es lo primero que el resucitado nos enseña, por duras que puedan ser las circunstancias. La fe en el resucitado nos llena de resiliencia.
A los angustiados Jesús resucitado nos enseña, a percibir a Dios como el clemente, el misericordioso, lento a la colera y rico en piedad, aquel que es bueno con todos y es cariñoso con todas sus criaturas. Por eso Dios es, un Dios con ellos, un Dios con nosotros, somos su pueblo, y el es nuestro Dios. Por eso el enjuga todas nuestras lágrimas, pues nos llena de una esperanza inquebrantable en que la muerte, el duelo, el llanto y el dolor no vencerán, no tendrán la última palabra en la vida. Nos enseña que los que hoy lloramos mañana reiremos. Su promesa es que el hará nuevas todas las cosas, cielos nuevos y tierra nueva, con todo lo que ellos contienen. Nos aguarda la gloria no la frustración. El apocalipsis y el salmo nos lo han dado a conocer. Cristo resucitado es la victoria contra todo lo que nos hace llorar. Sólo debemos escuchar su voz y creerla y seguirle.
Por último a los que vivimos en los infiernos que nos construimos por nuestro desamor a los demás, a nosotros mismos y al mismo mundo, Jesús resucitado nos indica cuál es el camino para transformar nuestra caótica realidad en una senda hacia la gloria. Ese camino es el amor. La medida del amor, es Cristo Jesús, el amor sin medida. “Amaos unos a otros como yo os he amado” nos dice. Nos trata con ternura, nos habla con palabras muy cariñosas, nos llama hijos suyos. Es el amor el que acaba con nuestros infiernos vitales. Solo el amor puede cambiar el mundo, nos decía el cardenal Re no hace muchos días. El amor acaba con los infiernos y nos glorifica. Este es nuestro credo más genuino, y todas nuestras liturgias, nuestras espiritualidades, nuestras leyes, nuestras enseñanzas y nuestros credos, nuestras éticas y morales, nuestras sociedades y sus estructuras, todas nuestras instituciones y todas las personas, debemos sintonizar con el amor para que sea esa la música que nos constituya. Sin el amor no conoceremos la glorificación, y lo convertiremos todo, en un infierno. Esta convicción es irrenunciable. Y todo lo que no nazca de ahí, por muy religioso o sacro que se pretenda, no vale nada. Una religión sin amor, podrá resultar muy religiosa, pero no tiene nada que ver con el Evangelio. Los problemas de nuestra Iglesia, se han de afrontar desde ahí. Desde el amor.
La sinodalidad no se entiende sin el amor, sin amor no podemos caminar juntos. En nombre del amor no podemos marginar a la mujer y excluirla como si ella no contara. En nombre del amor la tolerancia ante cualquier tipo de abuso debe ser cero. El papado no puede ejercerse sin amor. Los clérigos no pueden vivir su vida al margen del amor, y en nombre del amor, debemos mirar más allá de nuestras experiencias presentes por muy tradicionales que estas puedan ser. El amor en todas sus manifestaciones debe reconfigurar nuestro discurso moral sexual. El derecho canónico debe ser reformado desde el amor, pues la gran verdad divina que no es costumbre humana es el amor de Dios. El amor debe convertir nuestras iglesias en comunidades inclusivas.Y es el amor lo que de una vez por todas debe resolver las divisiones entre cristianos que por muy serias que se pretendan, sin amor, no valen nada. Y este mismo amor nos debe llevar a dialogar con otros credos de distinta especie y no a enfrentarnos con aquellos que están en el corazón de Dios aunque no sean capaces de mirarlo con nuestros ojos. En una Iglesia que ama, los pobres y crucificados deben ser nuestra primera ocupación, pues la erradicación de la pobreza y la glorificación de los crucificados es la primera consecuencia del mandamiento del amor fraterno. El amor exige que la paz y el diálogo, desplacen la guerra al baúl de los recuerdos, no se trata de convertir los problemas en conflictos, sino de resolver los problemas para evitar los conflictos. El amor impulsa la cultura del encuentro frente a la cultura del desencuentro, el amor tiende puentes y no levanta muros. Si el amor nos conduce la defensa de la casa común, con todo lo que ella conlleva, es una exigencia irrenunciable. No podremos vivir si no amamos el mundo y lo cuidamos con amor. El mundo no es un objeto para usarlo a nuestro capricho, sino que somos nosotros, y sin amarlo, acabaremos suicidándonos todos.
Así que Espíritu Santo escúchame hoy, y escúchanos a todos: enséñanos a amar como Cristo Jesús nos ha amado. Sin aprender esto, estamos perdidos. Y sin vivir así no viviremos en la gloria sino que nos hundiremos en un abismo infernal. Espíritu Santo te necesitamos. Necesitamos que no permitas que sin fe y sin esperanza, sin amor, vivimos una vida oscura y fría. Que Cristo resucitado viva en nosotros y con nosotros toda nuestra vida para que dejemos atrás la cultura de la muerte, que no sólo consiste en bien nacer y en bien morir, sino también en bien vivir. Así que Espíritu Santo ven para que nuestra vida puede ser una vida en plenitud en la que el canto eterno de nuestro corazón sea un Aleluya Pascual por los siglos de los siglos. Amén.
DOMINGO 4 PASCUA
Cristo resucitado suscita comunidades de personas muy particulares. No cualquier tipo de comunidad puede considerarse cristiana si no tienes estas claras señales.
La comunidad cristiana que el resucitado suscita no puede ser un guetto. Una comunidad cerrada donde los que la integran lo hacen por ser fieles a una suerte de cultura tribal. Donde el lugar en ella se recibe por herencia. Una comunidad cristiana debe estar abierta a todos. Los gentiles (esto es los alejados por diferentes motivos) caben en ella. El libro del Apocalipsis suscribe esta idea, y también lo hace el Salmo. Innumerables de toda raza y lengua. Toda la tierra ha de alabar al Señor. El carácter universal es esencial para una comunidad en la que los seguidores de Cristo resucitado se inserten. La Iglesia es católica. Y esto no deberíamos olvidarlo nunca, ahora que los nacionalismos pretenden dividir de nuevo el mundo en comunidades que compiten unas contra las otras, en vez de caminar unidos hacia el bien común. Si en una comunidad cristiana se margina a personas por no pertenecer a nuestro clan o por no ser de nuestro pueblo, esa comunidad, camina por una senda equivocada. Si una comunidad cristiana no crea encuentro, no tiende puentes y sí levanta muros, esa comunidad nada tiene que ver con el resucitado. Porque Jesús ni es su Señor, ni su Dios.
La comunidad cristiana que el resucitado suscita será puesta a prueba por los enemigos del Evangelio de Cristo. Sin descartar los que tienen incluso una impronta religiosa. Pues no toda religión es coherente con el Evangelio. Basta considerar como fue un entorno religioso el que conspiró contra Jesús y no paró hasta no acabar con Él, crucificándolo. Los hechos hacen referencia a esta suerte de situación y el apocalipsis también lo deja muy claro. El martirio acompaña la historia de la Iglesia. De modo que el gozo que en ella reine ha de ser la fuente de nuestra fortaleza, como ocurre con los cristianos de hoy en hechos y con la multitud de los presentes en la gran asamblea festiva del apocalipsis. Tener miedo a los entornos que nos son contrarios y paralizarnos ante ellos es una senda a repensar y a cambiar. Si Cristo y los apóstoles hubiesen hecho eso, nunca el Evangelio que nos salva, habría llegado a todos nosotros. El testimonio de los apóstoles impregna una comunidad cristiana que vive ante el resucitado porque ellos anuncia su evangelio. Ser una comunidad apostólica es testimoniar al resucitado, contra viento y marea, ante todos, sea recibido o rechazado.
Y es que la comunidad cristiana que el resucitado suscita ha de ser eso: una gran asamblea festiva, cuyo motivo central para festejar es el Cristo resucitado que por amor nuestro se ha inmolado hasta dar la vida por nosotros. Y es en este entorno festivo, sacramental porque Cristo resucitado está siempre entre nosotros mientras que celebramos nuestras liturgias, es engendrado el cristiano como ciudadano del reino de los cielos, por medio de los siete sacramentos en los que el amor del Cristo Vivo nos transfigura y diviniza, y nos libera de todo lo que es contrario al Evangelio. Una comunidad triste, que no festeja, o que se convierte en una asamblea festiva donde Cristo resucitado no cuenta, es una triste comunidad, que ni es luz del mundo, ni sal de la tierra. El apocalipsis lo deja muy claro, y el salmo también. Saber, mirando al resucitado que ha dado su vida por nosotros, que Dios es bueno, misericordioso y fiel, que es amor hasta el extremo, debe alegrar siempre nuestros corazones y hacernos ver que ya pregustamos la Victoria que Cristo ha iniciado con su Pascua para todos nosotros. El mal y todas sus manifestaciones no tendrán la última palabra en la vida. La comunidad que el resucitado suscita es el anticipo de la Victoria final hacia la que caminamos. Eso infunde una esperanza contra toda esperanza, madre de toda fortaleza. De ahí que esta enseñanza y la anterior estén interconectadas. Nada es más evidente para el que sabe con el corazón que nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. De hecho las lágrimas son consoladas por el Dios que nos ama. El consuelo amoroso de Dios nos hace sonreír y eso ha de percibirse y vivirse en nuestra convivencia cotidiana y en todas nuestras reuniones y celebraciones. No es que no quepa el llanto, lo que no cabe es el llanto sin consolar. Y todos tenemos mucho que hacer y aportar en este sentido movidos por Cristo Jesús. La Santidad es eso, esa transfiguración celestial de los que vivimos en el mundo.
Por último la comunidad cristiana que Cristo suscita no es un ejercito. Es una gran familia, una porque uno es nuestro pastor. Pero siendo cada cual quién es, el apocalipsis y el salmo refuerzan esta visión. Si uno es el pastor, los apóstoles, han de ser testigos suyos y no portavoces de poderes o ideologías terrenales. Cada miembro ha de buscar conocer, amar y seguir a Jesús. Escuchar su palabra para encontrar en ella Vida en Plenitud. La Vida Eterna se manifiesta en este mundo cuando vemos al ser humano vivir en plenitud. Nada que atente contra la vida plena del ser humano da gloria a Dios. Pues el Buen Pastor ha de conducir a su rebaño a fuentes de agua viva, que saltan hasta la vida eterna. Apóstoles somos cuando anunciamos la voz de Jesús a los demás, ante los nuevos retos que el mundo nos plantea. Y hoy tenemos uno muy importante y definitivo, convivir con la IA, que transformará la faz de la tierra, como antes lo hizo la revolución industrial. Para un cristiano Cristo Resucitado por su Espíritu ha de ser la mayor inteligencia, no artificial, sino trascendental, divina, que ha caminado ayer y que camina hoy y lo hará siempre, a nuestro lado. Y vaciar de su espíritu esta nueva tecnología puede traernos tantos descalabros como los que ocurrieron cuando ante el reto industrial, no supimos impregnar de Evangelio todos los tejidos productivos dando lugar a no pocas opresiones y a nuevas alienaciones. Hay que responder ahí. Y hay que hacerlo escuchando la voz de nuestro pastor. Si permitimos que el desamor impregne la IA, lejos de sonreír gozosos, sufriremos, y mi sentido común lo que me indica, es que es preferible sonreír. ¿Después de todo que es sino la comunidad cristiana que el resucitado funda que aquella que es unida a Dios por medio de Cristo? Quien viva en esta comunidad ha de saber que vive en Dios, unido a Dios, porque Cristo lo posibilita. Lo que sería imposible para nosotros es una gracia que Jesús nos regala.
¿Vivo en una comunidad cristiana fundada por el resucitado? ¿Le falta a mi comunidad camino por recorrer, camina en una dirección equivocada o estamos en la senda y necesitamos no perder ni el rumbo que llevamos? Que Cristo resucitado camine a nuestro lado y que su Espíritu lo haga posible. Y por lo que parece, hay un león que se ha calzado las sandalias del pescador que ruge muy fuerte en esta dirección amigos y hermanos. Pues que sea. Porque yo quiero vivir siempre en la compañía del resucitado, no se me ocurre otro lugar mejor, y quiero que eso sea mi comunidad cristiana.
DOMINGO 3 PASCUA
El trato con Jesucristo resucitado se nota. Los frutos que genera su presencia en nuestra vida por medio de la acción del Espíritu Santo, son existencialmente comprobables.
Valentía para hacer frente a los ultrajes. No son pocas las tempestades de diversa índole que nos afectan en la vida. Unas provocadas por las circunstancias, otras por el mismo mundo y no pocas la acción de los demás. En Hechos hoy vemos precisamente la tercera. La no tolerancia por la libertad ajena para poder ser fieles a las demandas de nuestra propia conciencia. El entorno religioso hebreo es brutal. Acaba de asesinar a Jesús, y ahora, está tratando de silenciar a sus discípulos. Y estos ataques no van a cesar. Aún así la fortaleza de espíritu de los apóstoles pone de manifiesto que la presencia del Cristo Vivo en sus corazones no permite que se quiebren por cobardía. La cobardía inicial y justificada, tras la muerte de Cristo, ha cambiado inexplicablemente, porque la violencia represiva del estamento religioso no ha cesado, al contrario se siente más eficaz y fuerte. Pero eso no espanta a estos hombres en los que algo ha cambiado, la experiencia de su encuentro con el resucitado que los ha inundado de su Espíritu. La fortaleza ante los retos de la vida es la huella indeleble que el resucitado deja en los corazones de quienes tratan con Él.
La constante necesidad de vivir la vida dando gracias. El apocalipsis y el salmo lo prueban. Es imposible vivir tratando con Jesús resucitado y quedar abatido por las dificultades hasta el punto de maldecir la vida propia. Esa actitud es transitoria en el corazón de una persona que trata con el resucitado. El ejemplo de Pablo en la segunda carta a los Corintios es muy clarificador. Leer la carta entera, muestra como una persona es capaz de vivir dando gracias, incluso en medio de enormes dificultades. Es como si el trato con Cristo resucitado nos convirtiese en aves fénix. Y al resurgir de las cenizas lo que brota de nuestros labios es una profunda alabanza. El apocalipsis que se desarrolla en medio de un combate feroz prueba como tras cada lance, la alabanza se estructura en entornos solemnes, se manifiesta por medio de una liturgia imponente. Sus Teofanías son espectaculares. La alabanza, y no el cinismo pesimista es el entorno vital en el que la persona que trata con el resucitado desarrolla su existencia. El ecosistema existencial de la alabanza. Así definiría yo la vida de quien vive inmerso en el trato pascual con Jesucristo resucitado.
El asombro. Eso les ocurre a los discípulos de Jesús hoy en la primera parte del Evangelio. No la decepción. La presencia desbordante de Jesús torna la vida ordinaria en vida en plenitud. Un pez asado humilde resulta más sabroso en la compañía de Jesús que mil festines palaciegos. No hay vacío en el corazón de quién lo trata, sino plenitud. Y la experiencia de esa plenitud provoca el asombro. La persona asombrada nunca es una persona decepcionada. El asombro positivo llena de vitalismo el alma. Y eso es lo que ocurre en sus corazones. Y es tal el asombro que no se les ocurre decir nada. El silencio, que no es el vacío, prolonga la plenitud de estar ante quien hace nuevas todas las cosas, Jesús, el resucitado. La Paz plena de alegría te posee y ya no caben más palabras. Ante tal alegría ya no cabe preguntar nada más.
Por último el amor como fuente de vida, y la vida que se hace plena amando. Tratar con el resucitado es enamorarse de Él. Y estar dispuesto a amar como Él hasta el extremo, porque Él nos enamora. Nadie ama a Jesús si no lo conoce, y nadie lo sigue sino lo ama. Es el trato con Jesús, lo que nos lleva a amarlo. Lo conocemos y lo amamos, lo amamos y lo seguimos. San Agustin no se equivocaba. Pedro es un ejemplo claro de esto que digo. El amor del que antes lo ha negado y ha llorado por defraudar el amor que Él sentía. Más Jesús, sabe renovar ese amor frustrado dando nuevas oportunidades. Y eso cambia la vida de Pedro por completo. No seguimos a Jesús por otro motivo que no sea porque lo amamos. Es preciso tratar con Jesús resucitado experimentando y diciendo “¡Mi Amor Vive!”. Quien trata con Jesús resucitado se vuelve un enamorado. Vive inmerso en la llama de su amor vivo. Una persona enamorada es un ser humano vivo que sabe disfrutar como nadie de la magia de este hecho sorprendente que somos.
Todo esto ocurre por medio del Espíritu Santo, esa red de Wifi, que nos pone en contacto con ese universo eterno digital (siguiendo el ejemplo) que es Cristo Resucitado. Que no nos falte nunca ese Espíritu que lo cambia todo. Cierto es lo que nos dice Pedro, el Espíritu Santo testimonia con todos estos frutos en nuestra vida que Cristo está resucitado, que vive junto a nosotros todos los días hasta el fin del mundo, estemos donde estemos y vivamos lo que vivamos. La Pascua por tanto, es saborear el testimonio del Espíritu que nos hace vivir en abundancia. Y no debemos olvidar que no es lo mismo vivir que vivir en plenitud. Disfrutemos pues hermanos hoy y siempre de la Pascua Sagrada.
A parte quiero añadir que sin duda este domingo tendrá un significado especial para quien sea elegido Papa en Roma. El Señor Jesús le dirá: ¿Me amas?¿Me quieres? Pues apacienta mis corderos. Que el Espíritu Santo llene de todas sus luces y sus fuerzas a quien sea llamado a desempeñar esta misión. Que nos llene de capacidad de amar y que nos ame de veras, que suscite asombro y alabanza en nuestra alma y que nos fortalezca frente a todos los retos que tengamos que afrontar. Sirvan pues mis últimas palabras hoy para orar por el que pronto volverá a calzarse las sandalias del pescador.
DOMINGO 2 PASCUA
«No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.”
Tratamos con Jesucristo y así se nos presenta. La Iglesia no es otra cosa que el tiempo y el espacio en el que todos nos podemos encontrar con el Viviente, con el que estuvo muerto y ahora vive por los siglos de los siglos, con el que tiene las llaves de la muerte y del abismo. La Iglesia es el misterio sacramental en el que tú y yo podemos conectar con la Vid. Somos sus sarmientos. Por eso ésta es una comunidad donde personalmente tenemos una experiencia con el resucitado. Él aquí nos sale al encuentro. La Iglesia es la cultura del Encuentro con el Primero y el Último, con el Hijo del Hombre. Y ese encuentro, según las Escrituras, se produce de tres maneras.
A través del testimonio. En la Iglesia nos encontramos con los testigos del resucitado, cuya sombra vital nos sana, eliminando de nosotros todo rastro de sufrimiento. Si la iglesia produce sufrimientos, no es la Iglesia de Cristo. El sufrimiento es la oscuridad que ante el Sol que es Cristo resucitado se esfuma y no puede perpetuar su imperio sobre nosotros, aun cuando nos afecte. Es más en la Iglesia de Cristo, nos convertimos en testigos para los demás, y nuestra sombra vital se convierte así en sanación integral para los que deciden caminar a nuestro lado.
A través de la oración. Esa situación existencial en la que Jesús pone su mano derecha sobre nosotros aún cuando estemos tendidos en el suelo. En ese trance oímos voces. Nos hablan. Lo escrito que se vuelve para nosotros una palabra viva y actual que nos hace arder el corazón. No debemos olvidar nunca que las Escrituras sólo son letra muerta para nosotros cuando las escuchamos sin fe. Más cuando sabemos por la fe que la voz de Cristo Jesús habita en ellas entonces nos pasa lo que a Juan en el santo sepulcro. Aunque vemos sin ver, cuando meditamos y recordamos lo que hemos escuchado, entendemos como esas palabras se cumplen hoy ante nuestros ojos. Creemos sin ver, pero vemos sin ver, tocamos sin tocar, y comprendemos que no estamos solos y que el amor eterno, el amor que vive por los siglos y que no yace muerto, nos acompaña siempre. Y al descubrir que nada ni nadie puede separarnos de esa voz amorosa somos capaces de vencer al mundo. El ánimo así se adueña de nosotros. Esa oración es la que nos permite encontrarnos con el Viviente. Y así adquirimos vida en su Nombre.
A través, por último, de la comunidad dominical. Que da gracias a Dios porque es bueno, como el salmo canta hoy, aquí nos percatamos de que resucitó de veras nuestro amor y nuestra esperanza. La secuencia lo proclama sin ambages. En esta comunidad superamos los miedos y nos llenamos de paz. En esta comunidad comprendemos que estamos viendo al Señor. Y eso nos transfigura. En esta comunidad dominical nos llenamos del Espíritu Santo, al escuchar la Palabra viva de Dios y cuando comulgamos el Pan de vida. De este modo el pecado pierde su influjo sobre nosotros. La Gracia de Dios nos santifica, nos hace libres ante el desamor, y nos convoca al amor, a vivir el mandamiento nuevo para que seamos capaces de amar como Jesús nos ha amado. Su gracia nos capacita, es su Espíritu Santo, el que nos libera del caos del pecado y nos devuelve al cosmos del amor. Por eso, nuestra comunidad dominical no debe estar cerrada a nadie. Aunque no sea creyente como le ocurre a Tomás. En la Iglesia caben todas las experiencias personales. En la Iglesia cada uno debe recorrer su propio camino, con sus propias etapas. Y no todo el mundo se encuentra en el mismo estadio. Por eso los que han visto al Señor deben ser pacientes con los que aún no acaban de verlo. Hay que dar tiempo a los demás para que llegue su propio momento en que tras encontrarse con Jesús sean capaces de decirle: “Señor mío y Dios mío”. Eso no ocurre necesariamente de la noche a la mañana. Cada cual requiere de su propio proceso. Nuestra alegría no se contagia al instante. Nuestra experiencia personal lo confirma. Todos hemos llevado un Tomás dentro, o incluso, aún lo llevamos a ratos. Pero una cosa está clara, quien frecuenta la comunidad dominical, puede encontrarse con el resucitado en cualquier momento. Una iglesia de puertas cerradas, no permite a los no creyentes poder cambiar su vida y así poder llegar a gozar nuestro gozo. Es la comunidad dominical la que educa, la que transforma, la que diviniza, la que santifica. La comunidad dominical que tiene sus puertas abiertas. La comunidad dominical es el mejor catecumenado que existe y el Evangelio de hoy lo demuestra. Es la comunidad dominical la que nos transforma en testigos ante el mundo de las alegrías de la Pascua. La comunidad dominical contagia la fe. Por eso “decir la misa” no es algo Pascual, pero “celebrar la Eucaristía” sí. Cualquier manera de celebrar no tiene el mismo impacto misionero, porque celebrar la Eucaristía, no es lo mismo que decir la misa. Cumplir un precepto no es caminar hacia Emaús acompañados por Cristo resucitado. Esto no deberíamos olvidarlo nunca. No es que la gracia no nos visite, eso lo hace siempre, pero no se expresa ni se percibe de la misma manera, y esto también cuenta. De hecho quizás sea lo que más cuenta. No es lo mismo comerse un arroz blanco sin nada que lo acompañe que disfrutar de un buen asado bien aderezado. Todo alimenta pero no del mismo modo. Deberíamos usar el sentido común para darnos cuenta. Y eso no es algo que tenga que ver sólo con las formas externas, la disposición interior de los participantes es lo más definitivo. El ruido no es sinónimo de fiesta, como tampoco la simpleza de las formas litúrgicas son sinónimo de la profundidad. Para festejar bien, el corazón debe estar en fiesta. Y eso lo sabemos todos.
Así que Espíritu Santo ven, ven hoy y siempre, para que nuestra Iglesia sea un verdadero lugar de encuentro con el resucitado, con el Viviente, con aquel que estuvo muerto y ahora vive por los siglos. Ven Espíritu para que podamos ver que el primero y el último hoy camina a nuestro lado, para que podamos oír su voz, y para que así podamos levantarnos los que estamos caídos. Que nuestra comunidad sea el tiempo y el lugar donde Jesucristo pueda poner su mano derecha sobre nosotros. Amén. Aleluya.
SEMANA SANTA
DOMINGO DE PASCUA
Vuestros párrocos hoy, Antonio y yo, nos toca cumplir nuestra misión entre vosotros, y como ayer en Belén, hoy a las puertas del sepulcro, nos corresponde deciros: ¡No busquéis entre los muertos a los que viven!¡Una gran alegría os aguarda!. Pues ese es nuestro oficio ser ángeles portadores de buenas noticias para quien quiera escucharnos. Un cura nunca debería ser otra cosa. Y esta noche, este día, esos hombres vestidos de blanco refulgente somos nosotros.
Y es que aún hacemos mucha falta, aunque algunos puedan pensar que no. Porque muchas personas siguen siendo presas de una falsa religiosidad oscurantista. No hace muchos años, aún recuerdo oír a una monja de clausura decir que “cuanto más suframos aquí menos sufriremos en el más allá”. Para esta persona, religiosa donde las hubiera, la mortificación y el dolorismo era su modo de vivir su relación con Dios, su modo de existir para poder así lograr la salvación. Desde esa percepción de la vida cualquier apertura a la alegría de vivir, suponía “entregarse al mundo” y por tanto caminar hacia la muerte. Disfrutar es algo malo. No es de extrañar que no pocas personas cuando escuchan esto, enamorados de la vida, se inclinen si es preciso hacia la increencia porque ese modo de vivir les resulta funesto e incluso no pocas veces macabro, basta visitar estancias monacales pobladas de calaveras por todas partes para comprender lo que digo. Para esas personas religiosas parece que vivir consiste en formar parte de un funeral perpetuo, con la esperanza de que con la muerte se acabe, y por fin podamos cambiar el rictus cariacontecido del penitente sin fin. Mortificación y dolorismo. No pocas oraciones de cuaresma están imbuidas de esta concepción equivocada de la vida.
¿Equivocada? ¡Sin duda alguna!. Si escuchas el mensaje de las Escrituras hoy descubrirás que eso no es lo que la palabra del Señor nos manifiesta.
La creación, y todo lo que encierra es bueno. Y el ser humano, imagen y semejanza de Dios, además es muy bueno. Por eso es hermoso que sea divinizado. Salvado. El mundo no es una entidad satánica. Lo que nos gusta no es malo. Lo que nuestro ser demanda, cuando no nos destruye, es lo que nuestro ser más íntimo requiere. La vida es sagrada y no debe ser eliminada, ni degradada para poder amar más y mejor a Dios. Dios detiene la mano ultra religiosa de Abraham para que no cometa una locura. Dios no ama la vida esclava, sino la vida liberada. Y Moises lo aprende en el mar rojo. Dios nos ha creado para darnos su amor eterno, para desposarse con nosotros. No es que haya que renunciar a lo que existe por mortificación, sino que lo que hay que hacer es descubrir que como el amor de nuestro Dios no hay nada más y mejor. Que nada goza de valor y sentido sin Él. Y aún más hay que descubrir en todo al Dios que nos ama. Isaias es claro. Pues prosigue el profeta enseñándonos que de lo contrario podemos hacernos esclavos de nuestros fatuos narcisismos y aunque incluso puedan parecer muy religiosos, nada tienen que ver verdaderamente con su palabra y sus caminos. Bien prosiguen los profetas hoy enseñándonos que Dios es sabiduría para vivir en plenitud, que es de lo que se trata, y por eso nos muestran el camino del amor, como el CAMINO, como la moralidad que nos permite alcanzar la meta de la glorificación. Es más Dios pone, como nos dirá Ezequiel, su Espíritu en nosotros, para que nuestro corazón de piedra, incapaz de otra cosa que no sea mortificarse y sumergirse en el pesimismo dolorista, pueda más bien, convertirse en un corazón de carne, capaz de gozar. De modo que los que nos contemplen no deshonren el nombre del Señor y se espanten. Sino que puedan descubrir que ellos también desean gozar como nosotros, y vivir con nuestra alegría.
Aquí llega el Antiguo Testamento. Y el Nuevo Testamento añade algo más, Cristo, el que ha resucitado, aquel que verdaderamente conoce al Padre, su enviado, y que lo ha puesto de manifiesto resucitando de entre los muertos, nos confirma en que el dolorismo mortificante no es el camino acertado. Lo es el amor hasta el extremo. El amor por la vida y por los vivos. El amor es lo que nos hace vivir en plenitud. El amor es lo que resucita la vida y la glorifica cuando acaba su recorrido en esta dimensión de la existencia. Toda la vida sacramental es dejar atrás el desamor, esto es, el pecado, que degrada y envilece la vida. Que nos convierte en siervos de la muerte, en seres para la muerte. Y Pablo lo tiene muy claro. Vivir es vivir resucitados. Esa es la vida nueva. La vida gloriosa de los que llenos del Espíritu de Jesús tienen su corazón lleno de alegría, amor, esperanza, fortaleza y paz. No podemos vivir la vida llenos de miedos, ahogados por los llantos y la desesperación, por el desánimo y las inquietudes, llenos de dudas, pensando que la vida no vale nada y perdiendo la fe en la vida a cada instante, como si esta fuese mala, fea o falsa. Eso no es lo que brota del encuentro con el resucitado. Quien se encuentra con el resucitado no es un muerto en vida. No vive para sufrir y amargarse. No es alguien avinagrado. Se puede aparentar ser muy religioso, y hasta serlo, pero esto de cristiano no tiene nada. En esos corazones no reina la Pascua. Nuestra liturgia debería adecuarse a este Evangelio porque a veces vive presa del falso dolorismo mortificante. Hasta el extremo de que en algunos entornos parece que una sonrisa y el humor están excluidos del culto y hasta penalizados por banales o frívolos. En cambio la afectación y los rostros cariacontecidos parecen los ideales para estar en “misa”. La sobreactuación religiosa puede en muchas ocasiones resultar extremadamente repulsiva, pestilente.
Por eso el Evangelio hoy nos lo dice claramente: No busquéis entre los muertos al que VIVE. Dejaos de tanto llanto amargo y penitente, mortificante, de los ascetismos venenosos que por muy estoicos que resulten no tienen nada de evangélicos. Y aprended a vivir en plenitud, a vivir en abundancia, y a contagiar ese vitalismo a los demás. Habrá algunos que os pongan pegas inicialmente o incluso otros que se nieguen a sumarse a vuestra comunidad. Pero lo que llamamos iglesia es una comunidad que está llamada a contagiar vitalismo y alegría. Pues de lo contrario será sal que se ha vuelto sosa, y eso no sirve para nada. La mortificación y el dolorismo no son luz que ilumina el mundo, el vitalismo sí. Y la Pascua es no solo vitalismo, sino el fundamento del vitalismo, su cimiento inamovible que no le permite derrumbarse definitivamente nunca. La Pascua es una constante fuente de resiliencia para el vitalismo. Todas las Escrituras en el hermoso tiempo de la Pascua, nos enseñaran esta gran verdad. El pecado y la muerte como absolutos envenenan el mundo y la vida. Y ese dolorismo mortificante muchas veces, lejos de combatirlos, les rinde culto rezando alrededor de un Cristo muerto y nunca ante un resucitado sorprendente. El pecado y la muerte se combaten con alegría, con fe, con esperanza, con amor y con paz, con fortaleza. Con vitalismo a prueba de bombas, y no con tristezas y ascetismos sempiternos.
Así que querida monjita, hija mía, aprende a vivir. Y déjate de experiencias que serán religiosas pero que te llevan equivocadamente a buscar entre los muertos al que está vivo. Déjate la mortificación oscurantista y no tengas miedo a vivir, que el mundo bueno creado por Dios está llamado a disfrutar de la gloria, y la Resurrección de Cristo es lo que nos enseña. Y vosotros que hoy me oís, haced el favor, de no imitar a estas personas religiosas equivocadas por muy travestidas que se presenten. No busquéis entre los muertos al que está vivo. ALEGRAOS. Y dad a conocer a todos los demás la enorme alegría que esta noche nos convoca. El silencio ya no está vacío, un amor infinito, misterioso, vivo y resucitado, lo habita para siempre. Escuchad amigos, a este cura hoy, que aunque sea un hombre como vosotros, ahora os habla como un ángel, el ángel del santo sepulcro…en fin “se os acaba de poner a todos una cara de mujeres estupefactas y sorprendidas… parecéis las tres marías a la puerta del sepulcro…jajaja…¡sonreíd! Estamos en Pascua, pasad del dolorismo mortificante a la sonrisa que buena falta os hace. La Pascua es “pasar” del dolorismo mortificante y frustrante al VITALISMO con mayúsculas. Feliz Pascua a todos.
VIERNES SANTO
La verdad es que uno oyendo estos textos hoy descubre lo listo que puede llegar a ser Dios. Porque en ellos se contienen las respuestas a muchas de las preguntas que el mundo hoy se hace cuando piensa en Dios, y cuando no lo hace simplemente porque lo ha descartado. Hasta eso supo verlo el Dios que hoy nos habla y por ello nos responde con no poca contundencia.
Dios sabía que pensaríamos que es indiferente ante nuestro nuestro sufrimiento, pero nos equivocamos pues El no es el espectador ante el siervo sufriente, sino que es el siervo que sufre, por tanto no es un Dios lejano y ajeno al dolor de cualquiera. Y es capaz de entender, de comprender a cualquiera que grita de dolor físico, psíquico o moral. A cualquiera que sufre.
Dios sabía que pensaríamos que considera malditos a los que lo pasan mal aquí por muchos motivos, no en balde los antiguos hebreos así lo consideraban, los que sufrían algo malo habrían hecho para merecer tales castigos. En cambio Él deja muy claro en el salmo que los condenados y castigados de este mundo, no pocas veces macabro, son sus favoritos y para nada considera que estén predestinados a la condenación encima de todo.
Dios sabía que en su nombre alzaríamos espadas contra los demás, y por eso nos desautorizo cuando Pedro la emprendió a espadazos con los demás.
Dios sabía que lo presentaríamos como un amo, que manda, juzga, condena y castiga. Y por eso se convirtió en el abogado de cualquier pecador que implore su misericordia, dado que Él nunca se impone. Es pura misericordia. No es un amo. Por eso en la pasión insistirá mucho en que no es un rey de este mundo. El no ha venido aquí a mandar sino a amar y a enseñarnos a amar. Y así garantiza nuestra libertad hasta el extremo de que podemos hacer con Él lo que nos plazca y no por ello nos manda legiones algunas para exterminarnos. Porque ha venido a salvar amando.
Dios sabía que intentaríamos taparle la boca, truncar su libertad para ser quien le plazca, y que si es necesario, a palos y golpes, trataríamos de hacer con Él lo que nos diese la gana. Por eso supo ser claro en sus afirmaciones. Y nadie pudo obligarle a no cumplir con lo que deseaba hacer y decirnos. Nadie pudo impedirle, que aunque no lo mereciésemos, se empeñara en amarnos. Y nos amó hasta el extremo, aunque nosotros solo supiésemos darle vinagre para ahogar su sed de nuestro amor.
Dios sabía que renunciar al narcisismo no es tarea fácil, y menos para Él que es lo más grande que existe, pues nuestras grandezas al lado de las suyas, son ínfimas, y para botón de muestra nos hizo existir en un universo, donde nosotros somos menos que un grano de arena en una playa. Y aún así, obedeció a nuestros deseos, y se dejó hacer hasta el extremo de que lo hiciésemos desaparecer humanamente hablando, concediéndole un periodo de vida muy corto, pues en la flor de su vida humana acabamos con Él. Pero Él ha venido ha hacer eternos a los que no somos más que simples átomos vibrando en el espacio y en el tiempo como un ínfimo cosmos sometido constantemente a los embates del caos que no cesa.
Dios sabía que lo negaríamos, lo traicionaríamos, lo abandonaríamos, que lo mataríamos. Lo siento por Nietzsche pero llegó tarde, dado que los paisanos de Jesus ya se encargaron de matarlo y no con una pluma sino con mucha crueldad y variados tormentos y armas, el anticristo ya fueron ellos, y el pensador alemán aunque pensó que había inventado el azulete, ese pigmento ya estaba en uso mucho antes de que él naciese. Realmente aunque considerase aquel hombre que había inventado algo como su paisano Hegel, realmente no inventó nada, simplemente se apuntó a un viejo sindicato que ya llevaba siglos existiendo. Los asesinos de Dios son tan antiguos como el mismo Cristo. Dios sabía que lo sepultaríamos para quitarlo de en medio. Y aún así vino. Se reveló. Lo hizo sin imponerse. Se propuso amando con ternura. Y cuando pensamos que ya lo habíamos liquidado, entonces resucitó y ha seguido amándonos contra viento y marea y por los siglos de los siglos. Y encima nos regaló a su madre para que no nos quedáramos nunca huérfanos. Y eso aunque aquella mujer sorprendente debiese aprender a amarnos a los que habíamos matado al fruto de sus entrañas. A esa mujer le pidió tener su mismo corazón, y por eso la hizo inmaculada porque de lo contrario no hubiese podido cumplir con la misión que Él le había encomendado.
Dios sabía que somos unos pobres diablos. Que no conocemos lo que es la verdad, y ni siquiera creemos en ella. Sabía que simplemente queremos quedar bien con el resto aunque para eso tengamos que renunciar a lo que nuestra conciencia nos indica. Sabía que llevamos un Pilatos en el corazón. Y aún así nos dijo Yo soy tu verdad, y aunque torpemente me des la espalda, no voy a dejar de estar ahí, de ser quien soy, no voy a dejar de amarte si lo deseas. Pues lo único que no existe es la nada en la que sí crees, y aunque no creas en mí, yo existo, y por eso existe el ser que tú mismo eres, y que ciegamente te empeñas en negar, pensando que nada vale nada y que lo bueno es lo mismo que lo malo, lo feo lo mismo que lo bello y que la falsedad es la única verdad existente. YO SOY, te guste o no, lo quieras o no lo quieras, y ojalá que te percates, que YO soy lo mejor que puede pasarte.
Dios sabía lo torpes que podemos llegar a ser y aún así nos prestó toda su atención, y las Escrituras hoy lo dejan muy claro. Así que este Viernes Santo me sirve para profundizar en esta gran verdad, para descubrir su sabiduría y para implorarle en mi pobreza incuestionable que nunca me deje sin la luz de su Espíritu, porque entonces realmente pasaría a ser un penco irredento. Gracias Dios por tu amor infinito, y por eso confío hoy en Ti y te imploro desde lo más profundo de mi alma, que tú Padre, nunca me abandones. Gracias por Cristo, por su amor, por tu palabra hecha carne que es la luz que hoy me libera de ser un esclavo perpetuo de la hora oscura de las tinieblas. Bien dijo aquel fariseo converso llamado Pablo que sabiduría como la tuya no hay otra, y suscribo con todas mis fuerzas que aquel hombre no se equivocaba. Ojalá y que vosotros también hoy penséis lo mismo y que lo sigáis creyendo por los siglos de los siglos. Amén hermanos, AMÉN.
JUEVES SANTO
Un niño japonés entró a un templo católico, y al ver al Cristo crucificado salió corriendo, asustado ante un espectáculo tan cruel y sangriento. Tanta mención de la sangre, ¿no nos transforma a los cristianos y a nuestro culto en sanguinarios? Como dice la canción luterana “¿Quien nos salvará? ¡Sólo de Jesús su Sangre!”. ¿Somos un culto “gore”?. Algunos dicen que sí, que la cruz es un signo de tortura que debe ser ocultado de las miradas de los niños. Es evidente que esta lectura no entiende el alma del cristianismo.
Cierto que en la primera lectura de hoy se nos habla de una sangre animal que ha de ser derramada y recogida en un cuenco para señalar los dinteles de las puertas y evitar así que el exterminio nos afecte. Esa sangre animal vertida nos salva de todo lo que puede acabar con nosotros en esa noche en que el señor pasa exterminando a los varones primogénitos de Egipto. El pueblo que sometía a la esclavitud y a la muerte a los antiguos israelitas.
¿Pero es esa nuestra fiesta? ¡No! Jesús la modificó por completo. El nos hizo ver como Pablo nos enseña, que no es la vida humana ofrecida en sacrificio la que nos salva, sino el amor hasta el extremo, en el caso de Cristo Jesús, hasta dar la vida, lo que nos salva. La sangre que se derrama no es valiosa por ser sangre, sino porque es sangre enamorada. Es el amor hasta dar la vida lo que viene en nuestro auxilio. Si es necesario derramar mi sangre hasta la última gota, con tal de que no seas exterminado, así lo haré: Así habla Jesús. Un amor sin medida, eso es lo que la cruz representa. No el modo como ha de acontecer la vida humana, siendo sometida a innumerables torturas como si el sufrimiento sin amor, fuese lo que tiene poder salvador. No nos salva el sufrimiento sino Dios que nos ama sin medida.
Por eso la Nueva Alianza, no requiere que matemos animales, ni que derramemos su sangre, ni que los comamos. Los animalistas y los veganos pueden descansar tranquilos. Es Pan y Vino, lo que usamos, para hacer memoria de que Jesús entregó su vida por nosotros y derramó hasta la última gota de su sangre para evitar que fuésemos exterminados. Esta tradición viene de Él, y nosotros desde entonces no hemos dejado de hacer memoria de que Jesús, del horror humano, hizo la mayor expresión de amor que ha existido jamás. Y para eso nos regaló personas que pudiesen hacernos celebrar esta memoria cada día y en muchos lugares del mundo. El sacerdocio es eso: las manos del cura cuando celebra la misa y los sacramentos, son los labios de Dios que nos besan con ternura a todos y cada uno de nosotros. No es cruel ni sanguinario el culto cristiano. Es una expresión de amor sublime. La Eucaristía es el amor vivo de Dios alcanzando su culmen cada vez que lo actualizamos al celebrarla.
Celebrar esta Pascua Nueva es trascendental porque nos mueve a todos a recordar sus palabras al celebrarla Él con nosotros: Amaos unos a otros como yo os he amado. El amor hasta el extremo se nos pide a todos, los que hemos sido lavados por Cristo Jesús en nuestro Bautismo. Cada Bautizo es un precioso lavatorio de los pies, donde Jesús nos lava todo el desamor que nos envenena y nos infunde una nueva vocación, la suya: hacer sentir a todos los demás que mientras nosotros estemos y podamos amarlos, nada los afligirá ni exterminará si de nosotros depende. Eso hacemos de mil maneras distintas, de manera organizada y personalmente. Por eso el verdadero nombre de la Iglesia es, como la llamó un santo padre, “la Caridad”.
Pero amar así de fácil no tiene nada. Muchas veces los voluntarios de Cáritas salen trasquilados, porque tienen que poner a algunas personas ante su verdad más amarga, y no todos acogen su discernimiento sino que incluso algunos los atacan y hasta les faltan al respeto. Por desgracia algunos convierten su situación marginal en una suerte de adición y resulta a veces imposible desengancharlos de ese modo de vida, por miserable y amargo que pueda resultar. El ser humano siempre es un misterio. Y algunos deciden permanecer en esos estados de vida por muy denigrantes que resulten. Igual les pasa a veces a los Padres cuando dan con un hijo malencarado o a los hijos cuando dan con padres que resultan una suerte de pesadilla. Cuando amas en esas situaciones sales crucificado. Y para vivir eso hay que estar muy bien alimentado y eso es la Eucaristía. Una profunda comunión con la fuente del amor eterno, del amor inagotable. Descubrir eso, es encontrar un tesoro. Celebrar la Eucaristía y orar ante ella nos nutre para amar sin medida. Aunque por desgracia a veces alguno pueda alimentarse de ella como Judas Iscariote y derrochar la gracia que se nos regala, tirándola a la basura. Pero eso no es lo que la Eucaristía reclama. Comer así el Pan de Vida y beber así del Cáliz nos conduce a la perdición. Por eso danos tu Espíritu siempre Señor para que jamás nos pase tal cosa.
Así que aprendamos bien hoy y expliquemos correctamente a nuestros niños que significa la cruz, para evitar que salgan de nuestras iglesias despavoridos como ocurrió en Japón. Que este Jueves nos haga Santos a todos.
RAMOS
Tres lecciones de vida nos ofrece hoy la Escritura. La primera nos la presenta la primera lectura y el salmo, aunque de los otros textos también puede desprenderse. La vida y todo lo que le pertenece muchas veces se torna agresiva. Y nos impacta sobremanera. Y nos hace sentir abandonados de la mano de Dios. La resiliencia es muy necesaria. Esa mezcla de esperanza y fortaleza, esa fe incuestionable en que podemos superar todos los trances con los que nos encontremos. Sin duda la fe en Dios es muy importante. Y también la capacidad de entender que lo que ocurre en este universo no es necesariamente la voluntad del Altísimo. Saber que Dios está es comprender que siempre tras el caos puede articularse el cosmos. De la nada, Dios, puede hacer renacer el todo. Solo a su lado es posible saber que lo imposible puede tornarse posible. Esa es la fe del Siervo y la del salmista, fue también la de María. Y puede ser igualmente la tuya y la mía. No quebrarnos nunca ante los impactos aunque nos derriben por unos instantes como Pablo nos enseña en sus cartas, particularmente en la segunda a los Corintios.
La Segunda lección nos la ofrece la Carta a los Filipenses. Dejemos a un lado la vanidad. Porque la vanidad sólo consigue convertir los problemas en conflictos. Imaginaos a un gobernante que desee que los demás le besen ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre, y que funcione con esos parámetros, por muy payaso que parezca, ¿creéis que conseguirá resolver los problemas de su pueblo o complicará mucho más las cosas con sus decisiones?. La vanidad pretende aplastar a los demás, para imponerse como el más fuerte, el más rico, el más guapo, el más poderoso aunque resulte cómico con un mostacho o un teñido bastante hortera . Eso suscitará contra él no sólo rechazo sino hasta odio: venganza. La vanidad nos vuelve odiosos. Y esa es la base del conflicto: la necesidad de eliminar al contrario. Porque se entiende de manera torpe que en la destrucción del contrario, reside la solución deseada. En vez de hablar y pensar todos juntos de como resolver los problemas dado que todos estamos perjudicados por ellos. Pero eso requiere humildad y capacidad de dialogar. La vanidad no sabe nada de eso, no dialoga, amenaza, castiga y se imponen por la fuerza. Y a veces hasta elimina a los otros, a los que no aplauden los anhelos brutales del vanidoso. La vanidad y el narcisismo van unidos. Y la reina de blancanieves no perdona la vida de nadie si se siente amenazada. Ella es la más guapa, la más “todo de todo”, y nadie le va a arrebatar su corona, aunque para eso tenga que matar a quien discrepe. Ahora con una píldora de polonio basta. Jesús es justamente lo contrario. Y eso prueba esta lectura, y también la misma pasión, cuando les dice a sus discípulos aquello de “en todo amar y servir”.
La tercera nos la regala la pasión. Puede ofrecernos muchas más pero sólo insistiré en esta hoy. Aprender a Morir viviendo o a vivir muriendo. ¿Qué quiero decir? Nos vemos la cara con la muerte día a día, en todos y en todo. Bien decía aquel que “vivimos siempre con permiso del enterrador”. No nos gusta pensar así porque creemos que eso nos vuelve pesimistas y negativos. Jesús no piensa de ese modo. Siempre ha sabido lo que le pasaría. Y ha confiado en su Padre Dios contra viento y marea. Ha aprovechado su tiempo. Por eso ha vivido sin dejarse atrapar por el miedo a la muerte. Su miedo a la muerte nunca lo ha dominado, aunque lo haya sentido como en Getsemaní. Ha sabido vivir con los suyos disfrutando de una hermosa cena hasta en el último momento de su vida, y ha usado ese momento para hacerles saber lo mucho que los amaba. No se ha cansado de enseñar a sus amigos que lo más hermoso no es mandar, sino amar hasta el extremo. El amor no crea conflictos ni precisa de espadas, pero como os dije, sus discípulos no entienden sus ironías. No se quiebra aunque lo dejen sólo los que más ama. Ni aunque lo besen con afanes traidores. O aunque lo nieguen los que decían quererlo e incluso lo abandonen. A veces los que nos quieren simplemente son incapaces de ponerse en nuestro lugar cuando nos toca morir. La muerte nos juzga, nos hace preguntarnos si merecemos lo que nos está pasando, nos pregunta con dureza si somos Hijos de Dios. Hasta es posible que se divierta con nosotros o que nos disfrace de reyes. No pocas veces nos tortura de mil maneras distintas. Los sufrimientos afligen a. Jesús pero no le roban la esperanza, la primera lección nos ha explicado todo esto, por eso se encomienda al Padre cuando no puede hacer nada más. Pero antes es capaz de consolar a los que lloran a su lado y ha perdonado a todos que lo hayan tratado como a una amenaza cuando sólo era el amor en persona. Nos enseña Jesús a ser como ese malhechor que llamamos bueno. El buen malhechor. Porque no se nos dice que sea un ladrón. Ante la muerte debemos implorar misericordia con la humildad de este hombre. Pues la muerte no es el final del camino, sino la antesala del paraíso. Es importante al menos tener a tu alrededor gente que se llame “José”, que tenga ese corazón. Un José ayudó a Jesús a nacer. Y otro José lo entierra cuando ha muerto. Su vida es un paréntesis entre dos “Joses”. Aunque fatal la muerte no es definitiva, y lo importante es usar el tiempo para amar, aunque como digo, sean unos simples instantes los que nos queden de vida. Morir no es fundamental, amar sí. Pues Jesús sabe que el amor es más fuerte que la muerte. Y aunque lo pueda llegar a dudar no se deja manejar por esas ideas y emociones. Aprender a vivir muriendo o a morir viviendo es aprender a ser más fuertes que la misma muerte. Ese es el efecto que Dios causa en un corazón que cree como el de Jesús.
Que Dios nos de hoy su Espíritu para que podamos hacer nuestras estas lecciones de vida. Jesús necesita de nuestra ayuda para montar en un asno según nos cuenta el Evangelio de hoy, y nosotros hoy necesitamos la suya para dejar de serlo. Ojalá y que hoy nos escuche y auxilie porque hay muchos asnos sueltos por el mundo, por desgracia en el momento presente, hay unos cuantos y algunos muy poderosos. Espíritu Santo danos resiliencia, humildad y ese amor que es más fuerte que la misma muerte. NO DEJES AL MUNDO SOLO EN MANOS DE TANTO ASNO. Eso es lo que necesitamos hoy y siempre.
PREPARANDO LA PASCUA
4. La diferencia fundamental entre unos seres humanos y otros radica en como vivimos la vida. Hoy se nos presentan dos tipos muy distintos de afrontar la vida. Esta parábola Evangélica mal llamada del hijo pródigo, debería llamarse la parábola del Padre y sus dos hijos. Uno es el que se va y vuelve, y otro el que nunca se fue. Uno es capaz de encontrar motivos para hacer fiesta cuando pensaba que eso ya era imposible para él, y otro se ha incapacitado para festejar.
Así que ¿encontramos motivos para hacer fiesta en nuestras vidas? ¿Y eso aunque hayamos cometido errores enormes con nuestras decisiones hijas del desamor que son capaces de escupir el rostro de Dios Padre? ¿O por el contrario nunca somos capaces de vivir la vida como una fiesta aunque siempre hayamos acompañado religiosamente a Dios nuestro Padre?.
¿Qué motivos nos ofrece hoy la Escritura para hacer fiesta? Porque lo que queda muy claro hoy, es que Dios vive la existencia como una fiesta hermosa, verdadera y buena.
El primer motivo lo ofrece la lectura del libro de Josué. El abandono de la esclavitud, la liberación del Pueblo de Israel, es un motivo precioso para celebrar la fiesta de la Pascua, para dar por terminados los rigores vividos en el destierro y en el retorno desde Egipto. ¿Quizás no hay suficientes motivos para celebrar hoy porque lejos de ver finalizar las esclavitudes, vemos como los opresores se fortalecen más?¿Es que no hay ninguna liberación que celebrar porque seguimos bajo el peso de nuestras particulares opresiones?. En la respuesta a esta pregunta descubriremos además que estamos haciendo porque las esclavitudes y las opresiones se acaben, y en que estamos contribuyendo a que la liberación se imponga en nuestra vida y la de los demás. El salmo completa esa visión, pues dejar atrás la miseria y abrirse a la abundancia siempre es causa de fiesta, en cambio lo contrario no.
El segundo motivo lo ofrece Pablo en su carta. ¿Vivimos inmersos entre rencores y rencillas que nos impiden reconciliarnos con Dios y con los demás?¿Tenemos en cuenta lo malo que los demás puedan habernos hecho y nos negamos a perdonar? Con un corazón entregado al desamor ¿cómo será posible que podamos hacer fiesta? ¿Es posible festejar en medio de una guerra? ¿Será esa la razón de que las ganas de hacer fiesta no nos acompañen a menudo?.
El tercer motivo lo ofrece la primera parte del Evangelio. ¿Si nos llevan en cuanta todos los errores y meteduras de pata sonoras que a veces hasta intencionadamente hacemos, si nunca nos dan una nueva oportunidad, si nunca nos visita la gracia, la misericordia, el amor inquebrantable y eterno del Padre Dios como podremos hacer fiesta? ¿Es posible festejar alguna vez, si Dios es un Amo, que manda, juzga, castiga y condena?¿Acaso con miedo en el alma, o presos de la culpa sin remisión o la vergüenza destructiva es posible hacer fiesta? Sin duda la contemplación del amor eterno del Padre Dios hacía el que Jesús nos abre guiados por su Espíritu, es una causa más que justificada para festejar. De hecho la Eucaristía dominical es eso. ¿Será que la gente no participa en la misa porque no sabe lo que es y porque desconoce que Dios es un amor hasta el extremo incuestionable y definitivo, eterno?.
El cuarto y último motivo lo ofrece la parte final del Evangelio. Si no te alegra que un hermano tuyo que estaba muerto vuelva a la vida, no sabrás jamás lo que es la Pascua de veras. La alegría está en que la gente resucite en ésta o en la otra dimensión. Que lo muerte vuelva a la vida nos llena de una alegría que nadie nos puede quitar. Pero para eso, hay que renunciar a querer ser el mejor y más guapo, aunque eso consista en pisotear al otro hasta el fondo del barro en el que se ha metido, para dejar muy claro quien se merece todo y quien no se merece nada. Para poder festejar hay que dejar de ser un fariseo. Y el Edipo que necesite matar en este caso al hermano para enamorar más al padre. Para poder festejar hay que vivir abierto a la resurrección en cualquier lugar y circunstancia, en el más acá y en el más allá. Ver reverdecer la vida que languidece y muere, nos da motivos sobrados para festejar. El corazón del padre de los dos hijos nos lo enseña. Si queremos saber los motivos para festejar pidamos hoy al Espíritu que transfigure nuestro corazón y lo haga como el de este Padre.
Así que ya está bien de dolorismos mortificantes y de vivir la vida como un funeral sin fin, vamos a ver si aprendemos a festejar que es de lo que hoy se trata. Vitalismo sí, dolorismo pietista y nihilismo escéptico y cínico, no. Con Dios Padre a mi lado, y con su corazón en mi pecho, la vida es una fiesta.
3. Yo soy el que Soy. Esta es la respuesta de Dios a Moises que le pregunta quien es. Pues en aquella época se pensaba que dioses había muchos. Y de hecho Moises no planteó inicialmente tanto el monoteísmo como la monolatría. “Nuestro Dios es el mejor de todos los dioses”, por ahí comenzó Moises, para llegar después al monoteísmo “sólo existe un Dios”, pues el eterno, si lo es, no puede ser limitado por otro. No puede haber eternos juntos porque se limitarían entre sí, es imposible, como lo es que exista un círculo cuadrado.
Pero Señor, aunque ahora sabemos que eres el que ES: ¿Eso que significa?. Según las Escrituras de hoy eres el que respondes a nuestras necesidades más íntimas. Como el agua sacia nuestra sed. Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que Dios es nuestra Agua Viva. La que sacia la sed existencial insaciable que nos aqueja. Esa sed de infinito que no encuentra respuesta a este lado del ser, en la inmanencia, y que sólo puede encontrar respuesta en la trascendencia, porque si algo identifica al ser humano es que el universo se le queda pequeño. El ser humano es el universo vivo y personal que aspira a alguien más allá de él mismo. Una esposa reclama un esposo. Y un esposo una esposa. Por eso el ser humano con el universo no tiene bastante. Simplemente porque él es el universo. Y por eso anhela mucho más allá de él mismo. Para poder compartir su riqueza con lo totalmente otro. Esa es la magia de la comunión interpersonal.
Así que hoy se nos ofrecen varias necesidades humanas a nuestra consideración para que a través de ellas podamos conocer a Dios que más allá del universo nos sale al encuentro. Un totalmente otro, misterioso y sorprendente.
Necesitamos vernos libres de la opresión, salir de una tierra que nos esclaviza para adentrarnos en una nueva tierra, aquella que mana leche y miel. La alegoría mosaica no puede ser más clara. Dios es liberación. Un dios que oprime y frustra es un ídolo falso, no el Dios verdadero.
Necesitamos amar y ser amados. Por eso Dios es misericordia, bondad, clemencia, ausencia de ira, ternura, cariño para todas sus criaturas. Este precioso salmo lo expone con rotundidad.
Necesitamos aprender de los errores cometidos por los demás para no repetirlos, para no caer de nuevo en las mismas trampas, ni tropezar en las mismas piedras. Por eso Dios es sabiduría infinita a la que debemos escuchar y experimentar. Dios es experto en vida. Dios es pura experiencia vital. Dios es el experimentado. Pablo nos sugiere esa pista de comprensión de lo divino.
Necesitamos comprender que los males que nos afligen después de una decisión pecaminosa, no son un castigo, sino las consecuencia de haber bebido veneno. El mal no necesita del castigo divino para mostrar su verdadera esencia. Quien lo abraza se envenena. El mal lo es en su misma esencia. Por eso es necesario dejarlo de lado siempre. Dios es una llamada a la conversión permanente, una invitación constante a evitar el mal siempre. No es que el mal sea una acción inocente que simplemente es tildada como mala porque Dios así lo decide. Y que sólo es un problema porque Dios te castiga, si la haces. No. El mal te destruye en cuanto lo pones en movimiento y le das cabida en tu vida, porque en sí mismo es perverso y destructivo. El desamor no es inocuo. Dios es pura pedagogía anti mal. La primera parte del Evangelio es muy clara en esto.
Necesitamos dar fruto, y no ser gente estéril. Y por ello necesitamos muchas veces nuevas oportunidades. Tanto darlas como recibirlas. Dios es eso, nuevas oportunidades, paciencia infinita, vitalidad que transforma lo estéril en fecundo. La segunda parte del Evangelio lo dice.
En nuestra necesidad encontramos el rostro del Dios verdadero. Entendemos que significa eso de Soy el que SOY. Algunos dicen que los creyentes como tenemos sed, o sea necesidades, nos inventamos el agua, y lo diseñamos como una respuesta a la medida de lo que necesitamos. Yo siempre les respondo que el agua es anterior a la sed. Y si siento sed es porque estoy hecho de agua en gran medida y la necesito para vivir. Mi necesidad de agua no convierte el agua en una falsedad, sino que la señala como una realidad. Si estoy hecho por ti y para ti mi Señor y mi Dios, ¿Cómo no necesitarte? ¿como no vas a ser Tú el agua viva que sacie mi sed de infinito? Igual que el agua no es una mentira porque mi sed la reclame, Tú, sin el cual nada se sostiene, Tú, al que la sed de mi esperanza reclama, estás y así nos lo has hecho ver. Y ahora, como ante el amado o la amada, a mí sólo me cabe decir: creo que me amas. Porque te has puesto ante mí con tu corazón abierto. ¿Puedo rechazarte?¿Puedes rechazar al hombre o a la mujer que se han enamorado de ti? Pues claro. ¿Y qué perderé? Pues la oportunidad de disfrutar del amor de esa persona. Cierto que lo mejor es enamorarse los dos. Sin duda. Así que ¿a qué os invito hoy? A enamoraros de este Dios que enamorado nos sale al paso, porque su amor es el agua viva que la sed infinita de tu corazón necesita.
2. ¿Por qué no ser ateo? Creo que hay que serlo a veces pues no todos los dioses son merecedores de ser creídos: Los dioses paganos, aquellos que sólo se distinguían de un entorno humano carente de moralidad simplemente por su inmortalidad y algun que otro poder que les llevaba a imponerse sobre el resto de los vivos por el uso de su fuerza; o el dios amo que sólo sabe juzgar, condenar y castigar a los que no son sus favoritos a los que, en cambio, si se les puede perdonar y dar nuevas oportunidades; o un dios poderoso pero que no sabe controlar su carácter y que margina a unos seres de otros y les concede a unos convertir a los otros en siervos o apestados, incluso dignos de ser asesinados, por no reconocerlo y someterse a él pues es el gran mandamás; o un dios océano inane e impersonal pleno de todas las energías con el que nos fundiremos como gotas de agua con el mar pues el mundo son sus olas y las gotitas microscópicas que se suscitan al batirse somos cada uno de nosotros. No todos los dioses merecen mi credibilidad. Y de estos citados ninguno. Ser ateo para según que dioses a veces me resulta purificador para poder descubrir el verdadero rostro de Dios.
Jesús que está inserto en una gran tradición creyente, ha ofrecido el rostro de Dios, no como un testigo más, como sí fueron Moisés y Elias, representantes de los patriarcas y los profetas, sino como Emmanuel. Como Dios con nosotros. Como siempre os digo, El no es un testigo más de la luz, El es la luz. Por eso las Escrituras alcanzan en Él, un nuevo significado.
El Dios en el que sí creo es como una nube que nos habla y que nos dice “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto, ¡escuchadle!”. La nube del no saber, porque es el misterio mismo que constituye el ser fundante de todas la cosas y que ha decidido comunicarse con nosotros porque entra dentro de lo posible que lo haga si así le place. El misterio puede hablarnos en primera persona, y eso es lo que ha decidido hacer en Cristo Jesús. Y ¿cómo se nos ha mostrado?.
+ Como un Dios que nos abre futuros cuando pensamos que no nos cabe esperar nada más como le ocurre a Abraham.
+ Como un fuego enamorado que todo lo consume, es pura llama de amor viva, su fuego abrasador es el fuego del amor hasta el extremo, del amor sin medida. Si por algo se distingue el Dios de Jesús, es porque lo que hace es dar su vida por amor nuestro, por derramar su sangre y entregarse por nosotros. No es un dios que te dice: ven póstrate ante mí y obedéceme y ni se te ocurra opinar distinto de mi que te fundo con fuegos temporales o eternos. No es un dios que te dice ven y aprende de mi sabiduría o de mi energía. No. Es aquel que lo primero que hace es amarme hasta el extremo con un fuego abrasador y contundente, asombroso, sorprendente hasta hacer decir al centurión romano, realmente este hombre era el Hijo de Dios. Amor como éste no se ha visto otro en lo que consideramos universo religioso. Quizás porque las religiones son invento de los hombres buscando lo divino, más Cristo es Dios buscando al universo que se ha vuelto personal en el ser humano, y ahí radica la gran diferencia. No es poder, es amor. La religión es poder. El Evangelio amor sin límites abrasando todo con su maravillosa energía hasta hacerlo resplandecer con fulgores ígneos de inusitada belleza.
+ Como un manantial de esperanza constante que es la fuente de la resiliencia que necesitamos para superar todas las fracturas que las traumáticas frustraciones y sus sufrimientos nos infligen.
+ Como una fuente de evolución y transformación constante que hace que lo terreno no se ahogue en su estéril inmanencia materialista de modo que trascendiéndola se abre a la nueva dimensión de lo glorioso, que en el universo ortodoxo cristiano suelen denominar, la divinización. Pablo lo sabe.
+ Como una fuente constante de alegría. Como el que dibuja sonrisas y no lamentos. El cambia los llantos por Aleluyas.
+ Dios es el que nos transfigura y vuelve nuestras vidas luminosas, y no tenebrosas. Dios es el que nos transfigura y vuelve nuestras vidas cálidas y no frías. Nada peor que sólo sobrevivir pudiendo vivir en plenitud. Pues no es lo mismo vivir que vivir plenamente. Malvivir consiste en no alcanzar el grado de plenitud que se podría lograr si no impidiésemos que eso pudiese lograrse.
+ Dios es el que se revela y a continuación se vuelve a velar, para que nuestra libertad permanezca intacta en su presencia.
+ Dios es el que muestra que la humanidad puede dar mucho de sí basta que quiera, aunque ahora muchas veces no sepa lo que dice o lo que quiere realmente (Pedro en el Tabor nos representa a todos a la perfección).
EPILOGO.
+ Dios es quien hace que esta materia viva (y a veces boba que somos, materia viva y boba = Pedro), se torne por su Espíritu, algo que por sí misma no puede darse. Existir siéndolo Dios todo en ella. Lo que llamamos materia, en mi opinión, es la expresión de nuestra identidad en un universo espaciotemporal. Dicen que la materia es una suerte de vibración densa hablando en términos cuánticos. Y yo añado, que esa vibración densa está estructurada de una manera radicalmente distinta en cada ser que existe. Y que es esa estructura la que hace que la vibración densa que soy yo se torne un sujeto único e irrepetible. Y eso ocurre con todo. Por eso cuando por influjo de un entorno no eterno, la vibración densa que soy pierde su estructura llega un momento que mi identidad no puede acontecer en nuestro entorno espaciotemporal. Que esa vibración densa ahora desestructurada no la expresa. Eso es lo que llamamos muerte. En ese instante lo que acostumbro a llamar cuerpo, cuando realmente soy yo, existiendo aquí inmerso en el espacio y en el tiempo, deja de ser expresión de una identidad personal, pues está ya no se puede expresar en esa vibración densa degenerada en que se ha convertido por accidentes o enfermedades o traumas de otro tipo y que ha perdido su conformación con la estructura que me permite ser yo mismo. En ese instante, el cosmos que yo soy estructurando mi vibración densa de una manera única e irrepetible, se torna caos, porque yo no estoy, mi identidad se ha marchado de este universo espacio temporal, y al desestructurarse lo que queda es una vibración densa de otra naturaleza. Por eso no es correcto llamar cuerpo a lo que es simplemente un cadáver. Un cadáver no es un sujeto. Un cuerpo sí. Un cadáver es un objeto. Pero eso sí, precioso, como todo lo que pertenece a ese ser amado con el que hemos compartido la vida, y que en un momento deja de estar a nuestro lado. Es un recuerdo. Y por eso, por convocarlo entre nosotros de nuevo es un tesoro. Nuestro amor arde a su lado. No es la identidad con la convivíamos pero es su memoria, y la memoria revive lo que toca.
Una vez que la vibración sonora pierde su estructura y no es capaz de hacer posible que esa identidad se manifieste en la dimensión espaciotemporal, acontece lo que llamamos muerte. ¿Y ya está? ¿Esa identidad se desvanece en la nada?¿se acaban las matemáticas porque nadie las piense? No. Eso es la eternidad. Si bien esa eternidad es mucho más hermosa cuando alguien se da cuenta de que las matemáticas existen y goza con su lógica (más allá de esa tortura estúpida en las que las hemos convertido por un sistema de enseñanza cimentado sobre el craso concepto de examen tal como lo entendemos). Nuestra identidad no se desvanece si Dios está. Si su Espíritu es capaz de volver a convocar el cosmos que somos, cuando el caos ha hecho imposible que existamos en un contexto espaciotemporal. El Espíritu que sobrevolaba el caos, dio lugar al cosmos. Y eso es lo que hace posible la transfiguración de nuestro ser. La Resurrección por lo que sabemos es nuestra identidad estructurando nuestra existencia en el mismo ser de Dios. La Resurrección hace que esta vibración densa estructurada que somos exista más allá de un contexto espacio temporal. Y eso nos resulta tan difícil de entenderlo, como al niño que está en el vientre materno, le resulta imposible poder imaginarse el mundo que hay fuera del vientre materno. Por eso cuando oigo a los teólogos debatir sobre los últimos me rio y digo: “teología ficción”, de lo que no se sabe, como dijo Wittgenstein, mejor no hablar. Todo el debate sobre el estado intermedio y otros temas teológicos, simplemente me resultan ridículos, baladíes, insustanciales tanto como debatir sobre el sexo de los ángeles.
Por eso cuando digo que creo en la resurrección de la carne, afirmo que creo en que la materia, en cuanto vibración densa estructurada que expresa mi identidad, acontecerá como ocurrió en el caso de Jesús resucitado, sin estar sujeta a las reglas del espacio y el tiempo, de un modo glorioso. El cuerpo espiritual del que habla Pablo en 1Cor15. Es importante no confundir por eso la huella perfecta del pie de nuestra persona querida grabada en la orilla arenosa del mar, con su propia persona. No resucitará esa huella sino la identidad que la ha creado. Y lo hará vibrando densamente estructurada pero de un modo distinto, sin espacio ni tiempo, así acontecerá nuestra identidad en el Eón futuro. ¿Como lo podemos entender? ¿Acaso fueron capaces de entender los discípulos de Jesús lo que vieron en el monte tabor?¿Acaso fueron capaces de ir más allá de lo que los relatos evangélicos y la carta de Pedro nos cuentan? Lo A-Racional no nos pertenece, y a veces, simplemente hay que ponerse frente a determinadas cosas que están más allá de nuestra comprensión y reconocer que no sabemos nada. Debemos aprender a habitar en el misterio y con el misterio. Cuando me defino un teista que lo sabe todo sobre todo, o un ateo que niega la existencia a lo que no resulta comprensible, simplemente manifiesto que soy un ser incapaz de convivir con la inseguridad y con la incapacidad de controlarlo todo que el reconocimiento del misterio me provoca. El agnóstico en cambio, aunque parece compatible con el misterio, en el fondo se niega a reconocerle al misterio el derecho de hablarle, y así pretende controlar un misterio que de suyo es incontrolable. El misterio es para valientes y no para cobardes que quieren tenerlo todo en su mano. Los que se cagan de miedo si no tienen las cosas atadas y bien atadas (sea como creyentes, como ateos o como agnósticos) se imposibilitan para afrontar la aventura inmensa que el misterio plantea. Así que transfigurarse es sintonizar con ese misterio, con esa nube parlante, que nos invita a hacernos sus amados y predilectos como Jesús. BASTA ESCUCHAR AL MISTERIO CUANDO NOS HABLA.
En este Dios no me molesta creer. Al contrario no estoy dispuesto a dejar de hacerlo. Ante quien me ama así y me muestra su rostro ardiente capaz de dar por mi su vida y derramar por mí su sangre jamás seré ateo. Ese amor se lo merece todo. Toda mi credibilidad. Aunque sea un pecador como la copa de un pino, pero, mientras que vivimos aquí: Santo es Dios. Y para aquellos que se creen y se sienten santones en esta vida, simplemente les diré algo que aprendí de mi querido Antonio: ¡Santo que mea arrímale una tea!.
1. Más allá del significado teológico del pasaje evangélico de hoy que nos presenta a Jesús venciendo en todas las tentaciones en las que el antiguo Israel fracasó en el desierto: la carencia de pan, la adoración al becerro de oro y la tentación a Dios en Masah, pues Jesús es el nuevo Israel que se deja guiar por el Espíritu Santo, nosotros solemos llamar a este primer domingo de la Cuaresma, el Domingo de las tentaciones. Porque siempre se lee este pasaje del Evangelio en sus distintas versiones año tras año.
Tentaciones hoy hay siete. Y contra ellas se nos previene claramente en las Escrituras.
La primera, es la del desagradecimiento. Nuestro credo es una profesión de verdades. El de Israel es una acción de gracias porque Dios lo liberó de la esclavitud de Egipto. Por eso creo que nuestro CREDO más auténtico es la Eucaristía, en la que damos gracias a Dios por su amor. Y es que esa es la razón por la que no debemos nunca de dejar de dar gracias porque como hemos sido amados por Dios en Cristo, nadie nos ha amado. Ni siquiera nosotros a los nuestros o a nosotros mismos. En la misa damos gracias siempre por ese amor hasta el extremo, por ese amor sin medida. No dar gracias por haber sido amados de tal manera es una tentación que siempre debemos evitar.
La segunda, es la opresión. Pisoteando la cabeza de los demás nunca haremos el bien. Dios libera, nunca oprime. Los religiosos que pretenden oprimir a los demás nunca sirven al Dios verdadero, sino al ídolo que ellos se han fabricado. Oprimir es una tentación a evitar siempre.
La tercera, es ahogarse en la tribulación. El salmo de hoy, en mi opinión el mejor de los salmos que existen, mi preferido, nos enseña que siempre es hora de confiar en el Dios que nunca deja de estar a nuestro lado, ni siquiera cuando el sufrimiento nos cerca, cuando nos muerden las serpientes de la vida. Ahogarse en la tribulación es otra tentación que debemos evitar.
La cuarta es no creer con los labios y el corazón en la Resurrección de Jesús, y por ende, considerar que el hombre carece de salvación y de apertura a la glorificación, y que solamente es pasto de la Cruz y de la muerte. Pablo es contundente, la fe de labios y corazón en Cristo Resucitado nos empuja a no caer en la tentación del nihilismo.
La quinta, es el materialismo. Pues aunque lo tengamos todo: salud, dinero y amor, eso sólo no basta. Pues el temor a perderlo nos hará infelices si no nos entregamos a la frivolidad del no pensar en ello. No sólo de pan vive el hombre. El espíritu humano reclama el significado para la vida que vive. Sin significado la vida aunque lo tenga todo no sabe igual. No es lo mismo vivir que vivir en plenitud. Hacer falso dioses de cosas que puedes perder es poner fecha de caducidad a tu felicidad.
La sexta, es el narcisismo egolátrico que nos lleva a pensar que nosotros somos dios y que convierte la propia vida en una suerte de idolatría pues yo todo lo tengo y todo lo puedo. Esa mentira nos equivoca por completo. La humildad del pobre de espíritu es la de aquel que sabe que sólo hay un Dios y que confiarlo todo en sus manos es lo mejor que como seres humanos podemos hacer. Lástima que hoy muchos líderes del mundo olviden confiar en Dios y crean que ellos son sus elegidos para imponer sus criterios a todos con soberbia y prepotencia.
La séptima, es el fideismo. La fe sin apelar a la razón. La fe que margina la razón y que es capaz de actuar contra ella. Tirarme de un balcón confiando en que Dios me recogerá es irracional. Y no usar la razón crítica es tentar a Dios. Si Dios nos ha dado la capacidad de razonar, si somos inteligentes es para no tirarnos al vacío de modo absurdo y estúpido. Hay mucho fideismo entre no pocos creyentes que se lanzan a llevar adelante mil responsabilidades sin plantearse nunca si podrán responder bien a ellas. Tentar a Dios es algo a evitar siempre. Usa tu cabeza y escucha tu razón porque Dios te suele hablar por ella.
Siete tentaciones a evitar. Lo mejor para hacerlo es invocar sin cesar al Espíritu Santo para que siempre nos acompañe como a Jesús en el desierto de la vida, porque sin su auxilio no seremos capaces de vencerlas. Que el Padre hoy nos regale su Santo Espíritu para que podamos vernos libres del poder del Maligno, de esa voz interior que nos aconseja de manera equivocada, y que así nunca caigamos en la trampa amarga que la tentación significa.
TIEMPO ORDINARIO ANTES DE PASCUA
8. Avisos a navegantes. Esa es la síntesis que la Escritura nos envía hoy. El mundo últimamente está como un mar embravecido. Y en ese entorno adverso un navegante debe andarse listo para que no zozobre su barco.Y por eso ha de saber discernir y valorar las realidades humanas con las que vive. Porque algunas situaciones están llegando a ser escandalosas en grado supino aunque fuesen sobradamente esperadas.
Se nos dan criterios para el discernimiento, avisos para navegantes. Primero, escucha lo que dice el que habla porque está desvelando su alma. Incluso cuando miente y lo cazas en su mentira, en una o en varias ocasiones. O es un oportunista, o es un inconsciente, o un manipulador, o un demente, o un hipócrita, o un maquiavélico, o alguien que no sabe de que va el asunto y está dando palos de ciego. La ignorancia puede ser muy peligrosa, sobre todo cuando se tiene el poder de decidir mucho sobre la vida de los demás. El Eclesiástico es rotundo.
Segundo, no confíes en los que creen que todo es para nada y que la muerte es la realmente victoriosa, porque eso te hará pensar que tus esfuerzos son en vano. Jesucristo piensa justamente lo contrario, la victoria sobre la muerte ha sido garantizada por su resurrección. Pablo no puede ser más claro. Y por supuesto tampoco confíes en los que para proceder gustan de poner muchos muertos sobre la mesa. Los amigos de la muerte no pueden ser nunca tus mejores consejeros y menos aún aquellos a los que encomiendes tu futuro. Un buen consejero da la vida por los demás, y no les quita la vida. Al menos eso es lo que hizo Jesús.
Tercero, atiende a lo que la gente hace cuando no te quede claro lo que está diciendo. Porque hay personas que hablan más con los hechos que con las palabras. Y en función de lo que hagan sabrás realmente ante quien te encuentras. Los hechos, a veces, valen mucho más que las palabras, indudablemente cuando el discurso que te ofrecen es confuso, entonces lo que cuenta es lo que hacen, esos son sus frutos, y sus frutos te enseñan ante que árbol te encuentras.
Cuarto, ten un pensamiento complejo y no juzgues a la ligera. Juzgar a los demás es muy fácil cuando somos simplistas. Cuando simplificamos la situación de las personas. Esa simplificación muchas veces deja claro quien eres tú y qué pretendes cuando no haces un análisis detallado del modo de proceder del otro. Y es posible que tu análisis sea más una viga en tu ojo. Y que ella no te permite ver bien la brizna que el otro tiene en el suyo.
Quinto, no elijas nunca a un ciego para guiarte porque caerás fácilmente en un hoyo. Los alemanes aprendieron eso con sangre, sudor y lágrimas cuando confiaron en su día su destino a alguien como Hitler. Descubre las cegueras de quien tienes delante antes de convertirlo en tu maestro.
Sexto, el bien y el mal no son lo mismo y nunca se confunden. El amor y el desamor no nos conducen al mismo mundo. Uno construye el bien común y otro lo destruye. Uno busca encontrar soluciones a los problemas y el otro convierte los problemas en conflictos.
Séptimo tener al Espíritu Santo por compañero viene siempre muy bien para discernir que te están diciendo, que están haciendo, si valoran tus esfuerzos o simplemente los desprecian con cinismo, si haces un ejercicio de pensamiento complejo o si simplemente simplificas torpemente una cuestión que reclama más esfuerzos de comprensión. Las simplificaciones no entienden la complejidad de los problemas y lo que hacen es complicarlos más. Complicar las cosas no es sinónimo de aceptar la complejidad de los problemas. El Espíritu Santo es un maravilloso compañero de camino. Necesitamos mucho su presencia.
Avisos para navegantes. Sin duda tenerlos en cuenta puede ayudarnos mucho. Es importante que no olvidemos esto. Ahora y siempre.
7. La Evolución está servida según Pablo. No como lo entendería un darwinista al uso, sino según sus posibilidades, ya que Pablo, no pudo tener acceso al caudal de ciencia del que nosotros disfrutamos. Su Evolución versaba sobre el futuro de la humanidad y no sobre su pasado. Lo terrenal puede convertirse en celestial. Si escucha la voz del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios nos enseña a amar. Y es el amor el que nos transfigura de terrenales en celestiales. Dios es amor. Así que evolucionar es divinizarse amando. Es asumir en sí mismo la omnipotencia del amor. Y consentirle al amor que sea omnipotente en nosotros, entre nosotros y en el mundo mismo.
Por eso hoy se nos dan varias indicaciones para amar. En la primera lectura y el Evangelio, se nos enseña que para evitar declarar al otro enemigo, lo mejor es no convertir los problemas en conflictos. Cuando hay un problema lo importante es descubrir que todos somos afectados por él, que no sobra ninguna de las partes afectadas. Que el bien común nos impele a encontrar una solución real y que pueda ser satisfactoria para todos. Más cuando convertimos los problemas en conflictos el otro se convierte en un enemigo al que debo eliminar porque lo percibo como una amenaza. Y en el mismo instante que eso se produce, el desamor impera, y el amor fallece. Si no queremos matar el amor, evitemos considerar a los demás enemigos, no convirtiendo los problemas en conflictos.
También el Evangelio y la primera lectura, y el mismo salmo, nos enseñan que perdonar es el camino para hacer renacer el amor cuando el desamor lo ha convertido en cenizas. Porque el amor es un ave fénix que renace de sus cenizas cuando el perdón nos aporta su chispa creadora. Y de la nada que introduce el caos del desamor, el amor, por obra del perdón que es el aliento creador del Espíritu santo, renace como un nuevo cosmos. Nadie me tiene que convencer de las bondades del perdón, y de que es infinitamente mejor lo que sale de él que lo que sale de un corazón que ha transformado su dolor en rencor. Cuando enterré a mi padre ya os lo conté todo, y por ahí anda publicada aquella homilía. Dios obra maravillas cuando nos enseña a perdonar, si es que nosotros nos dejamos enseñar.
No incurrir en el simplismo, en la simplificación de los problemas y las personas, aceptar la complejidad del mundo y de los seres humanos, nos evita caer en juicios absurdos de los demás. Y nos invita más que a la condena y al castigo, a la comprensión y a la ayuda para que entre todos podamos aprender como resolver los problemas de todos. La misericordia es el fruto de la convicción de que habitamos en la complejidad y que ella reclama siempre nuestra humildad, prudencia y sabiduría y eso no tiene nada que ver con la ramplona simplificación.
Amar nos convierte en gente como Dios. Ese Dios hermoso que describe el salmo de hoy. El amor nos vuelve personas. El desamor nos convierte en monstruos. Los monstruos desatan conflictos. Las personas resuelven los problemas buscando el bien común. Jesús con su fina ironía hoy, nos está gritando eso: antes idiotas que monstruos. No les permitáis a los monstruos que os conviertan en sus sombras. Sed personas antes que nada. Sé que al oír este evangelio muchos pensarán en lo importante que es la asertividad, la legitima defensa, y hasta no faltará quien quiera hablar de guerras justas. Yo no descenderé a esos terrenos, porque hoy no es mi cometido, aunque no se me oculta que tales debates pueden darse. Me quedo con lo evidente que Jesús me enseña: Sé persona Andrés, antes que monstruo, nunca seas monstruo. Jesús no se dejo dominar por los agresivos que lo torturaron, se mantuvo dignamente como amor puro y verdadero, y no les concedió a los monstruos que lo rodearon manipular su corazón. Y por eso no se convirtió en un reflejo de ellos. Él siempre quiso ser amor y eso es lo que fue, y yo, confieso que le admiro por ello, y abrumado ante Él, como aquel centurión romano no puedo dejar de proclamar alto y claro: “verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios”. Yo que nunca he visto a Dios como Juan nos enseña en el prólogo de su evangelio, yo que sólo conozco de Él lo que Jesús me ha enseñado, yo que sé que Cristo Jesús es el tremendo misterio mismo hablándonos en primera persona, yo que sé que eso para mí es Dios, aprendo que si quiero ser yo, no tengo que dejarme manipular por quien me dedica su odio porque quizás me percibe como una amenaza aunque yo realmente no quiera su destrucción ni su daño. Ser persona es infinitamente mejor que ser monstruo. El amor nos hace personas, en cambio el desamor nos convierte en monstruos.
Así que ya sólo queda preguntarse si en este momento presente la humanidad está evolucionando o involucionando. Ya sabéis que ahora se habla de paz, a base de hacer urbanizaciones turísticas en una tierra destruida a causa de una guerra, desplazando para ello a cantidades ingentes de seres humanos sin mayores miramientos y con clamorosas risotadas de los que piensan de ese modo y que parece que no les importa en absoluto estar incurriendo en crímenes contra la humanidad. Ya sabéis que ahora para llevar la paz a según que sitios resulta que los que antes eran los buenos, ahora son los malos, y los que antes eran los malos, ahora resulta que son los buenos. De modo que yo al oírles siempre pienso lo mismo: ¿me engañaron antes?¿me engañáis ahora? ¿O será que me engañáis siempre? Quizás lo último, al menos es lo que a mi corto entender saco en claro. Y estoy convencido que fruto de tantas mentiras, maravillosos seres humanos inocentes habrán muerto o estarán sufriendo lo indecible. Bajo el peso inclemente de vuestras botas y zapatos asesinos enfangados en su sangre. Así que la evolución verdadera está por hacer. Y queda mucho hasta que se complete, porque miro al mundo y veo que los monstruitos terrenales siguen impidiendo la plena manifestación de las personas celestiales. Sin duda amigos: la Evolución aún no ha terminado, aún quedan sueltos por el mundo demasiados monstruos que no tienen nada de celestiales, por muy elegidos del altísimo que se pretendan.
6. Cuando matamos al Dios verdadero nos volvemos idolatras. Convertimos en absolutos cosas que no lo son. Cosas relativas que de divinas no tienen nada. Las Escrituras hoy nos permiten entenderlo con tres lecciones.
Cuando damos la espalda al Dios verdadero según Jeremías nuestra vida se vuelve seca y árida. En cambio cuando confiamos en el Dios verdadero nos convertimos en un árbol verde que junto al rio no deja de dar fruto, ni siquiera cuando la sequía o el estío nos golpea. Si el encuentro con tu dios te hace vivir la vida como una maldición, estás confiando en un dios falso. Un dios que te deja seco, hastiado, angustiado o árido, no es un dios de veras. Tampoco cualquier otro absoluto que puedas poner en su lugar. Como podrás comprobar no sólo se puede ser idólatra siendo ateo, una persona muy religiosa puede vivir en la idolatría. Los cultos paganos hacían eso. Las personas aspiraban a tener contentos a los dioses para poder negociar con ellos. Se hacían para ello ofrendas de distinto tipo, pero sin compromiso moral alguno. La conducta de cada cual importaba poco, pues los primeros inmorales eran los mismos dioses. Y había muchos dioses así si uno te fallaba, buscabas el amparo de otro. Eso explica que una civilización tan desarrollada como la romana, fuese a la vez tan brutal e inhumana. El politeísmo engendra sistemas de castas y en el fondo sacraliza la cultura del más fuerte. Todo eso son claras pruebas de que el absoluto o el dios adorado, nada tienen que ver con el Dios verdadero.
Cuando damos la espalda al Dios verdadero que se ha manifestado en Cristo Jesús resucitado, la muerte se convierte en el único y gran absoluto. En tiempos de Jesús y Pablo, no eran pocas las personas religiosas que no creían en la resurrección, y aún hoy se ven no pocos creyentes en dios que creen que con la muerte todo se acaba. Muchos ateos piensan también de esa manera. Así que los religiosos que no creen en la resurrección buscan con sus ritos la suerte en esta vida, y los ateos hacen lo mismo, por otros medios. Apelando a energías o a otras instancias parecidas: alimentaciones de distinto tipo, ejercicios, meditaciones y ocupaciones varias. Más cuando la muerte se cruza en el camino, su silencio se impone y su vacío nos congela el alma. Y no son pocos los que se sumergen en procesos de depresión, que intentan superar cada cual a su manera. Al final aturdidos por el devenir, terminan mirando para otro lado e intentando no pensar en ello. La negación como vía de superación. A veces el proceso es más frívolo. Distracciones varias y abuso de distintas sustancias. Si crees que la muerte es absoluta, nada sabes del Dios verdadero, seas religioso o no lo seas. Si eres creyente rindes culto a un dios de muerto y no al verdadero Dios, el Dios de los vivos. Pablo lo tiene muy claro y lo explica con gran rotundidad. No somos los más desgraciados de los hombres. La resurrección nos convoca a la esperanza incluso cuando el sufrimiento nos cerca de distintas formas. El Dios verdadero nos hace resilientes ante la muerte.
Cuando damos la espalda al Dios verdadero el salmo y el Evangelio nos dejan muy claro lo que ocurre. Si hacemos del poder un absoluto y lo ponemos en lugar de Dios, el desamor con facilidad se adueña de todo y de todos. En ese caso el desconsuelo se apoderará de todos, el hambre nunca faltará con los sufrimientos que conlleva, el llanto será el pan nuestro de cada día, y la falsedad será nuestra forma de vida. El AY será una constante en muchas almas porque ese nunca será un mundo feliz. Si ésta es nuestra experiencia del mundo, el Dios verdadero esta ausente. Cuando echamos al Dios del Amor que es el Dios verdadero de nuestra vida nos volvemos monstruos. Los que el Salmo describe con todo lujo de detalles. En cambio si el amor se vuelve nuestro absoluto, porque descubrimos en Cristo que Dios es Amor, entonces viviremos abiertos al Reino de Dios, se verán saciados nuestros anhelos de dicha, la risa se adueñará de nuestras almas, la fortaleza nos liberará del miedo al que dirán o al que me harán, la alegría bienaventurada y gozosa será nuestro estado de vida: una vida en plenitud. No seremos monstruos sino personas. Del amor brota la bienaventuranza, del desamor el sufrimiento. El Dios verdadero se muestra cuando reina el amor. Si impera el desamor hemos dado la espalda al Dios verdadero. Y la idolatría nos ha convertido en sus esclavos y en monstruos que no saben lo que es ser y vivir como personas.
¿Idolatría? ¡No gracias!. Prefiero a Jesús y al Evangelio. Fuera de ahí veo falsos absolutos de uno u otro tipo. La música de mi alma me lo dice. Por que mi alma suena a música celestial cuando confío en el Dios verdadero. Los ídolos en cambio no son capaces de hacer vibrar y cantar a mi corazón de esa misma manera. Así que mira a ver que sintonía tienes dentro y sabrás a quien le estás dando culto.
5. ¿Qué respuesta suscita en nosotros encontrarnos con el Dios Vivo, con el Dios que se nos da a conocer en el Evangelio?
Según los textos de hoy puedo decir que es una triple respuesta que se resume perfectamente en una.
La primera consiste en sentirnos muy pequeños en su presencia. Isaias al contemplar a Dios se siente profundamente impuro y el terror se apodera de él. Pablo se sabe indigno, y cree que es una especie de aborto, su conciencia de perseguidor de la Iglesia le acompaña siempre, se considera el último de los apóstoles, lo repito: el indigno. Pedro y los demás sienten estupor, y además Pedro se siente inmensamente pecador, por eso solicita de Jesús que se aparte de él. Todo esto no se puede evitar, cuando las tinieblas se acercan a la luz, se establece esta dialéctica.
La segunda respuesta, consiste en sorprenderse ante Dios. Isaias experimenta que el fuego amoroso de Dios lo purifica intensamente. Isaias descubrirá que el amor de Dios por nosotros es eterno, y en el colmo de esa experiencia, se percatará de que Dios y nosotros somos dos mundos muy diferentes, sus caminos no son los nuestros, sus planes no son nuestros planes, sus criterios son diferentes. Otros profetas tomarán de su saber, y en particular Jeremias llegará a dudar por ese motivo de todo lo que la ley de Moisés nos había enseñado. Pablo se sorprenderá al contemplar resucitado y vivo por los siglos a Jesús, el que había muerto crucificado. Y esa experiencia será tan definitiva para él, que en sus textos y sus enseñanzas apelará constantemente a la muerte y a la resurrección de Jesús, y desde esa experiencia hará toda una relectura de las enseñanzas de Jesús, constituyendo sus cartas un reflejo constante de como esa experiencia tan definitiva va cambiándo su vida progresivamente. El crecimiento gradual que se produce en el corazón de este hombre es tremendo, su transfiguración es total, de ser un fariseo radical, cercano a la rama integrista de los Zelotes, da paso a un hombre progresivamente nuevo que descubre el impacto de la Gracia, y de como ese maravilloso amor vivo de Cristo Resucitado tiene poder para cambiarle por completo gradualmente. Pedro y sus compañeros se sorprenderán de que Jesús sea capaz de cambiar su vacío más absoluto en una plenitud sorprendente que desborda por completo todas sus espectativas. El amor gratuito e incondicional de Jesús los abruma y les convierte en sus seguidores inmediatos. La seducción existencial que les provoca es definitiva. Cambian de vida por completo.
La tercera y última respuesta consiste en lanzarse a compartir con los demás cuanto han experimentado. Isaías enseña a su pueblo afligido y desesperado a confiar en el Dios que los ama, en “este amor con nosotros” que nunca nos abandonará, en ninguna época ni circunstancia. Pablo igualmente comunicará a todos que hay salvación. El amor de Dios manifestado en el Resucitado es gratuito y de tal magnitud que nada ni nadie podrá separarnos de él. Y por eso nos enseñará a vivir en constante acción de gracias y amando hasta el extremo como Jesús nos ha amado. Y Pedro y sus compañeros nos enseñarán que nuestra vida ordinaria puede transformarse en extraordinaria. La conversión es eso: pasar de vivir lo ordinario como extraordinario siempre. Vivir una vida en la que Dios reina, no tiene nada que ver con vivir una vida donde Dios no reina. Esa experiencia de la bienaventuranza es sublime. Te transfigura por completo, te diviniza. Juan lo expresará de manera preciosa en su primera carta, nada más empezarla. No podemos callar. Tenemos que compartir esta vivencia extraordinaria con todo el que quiera recibirla para que todos puedan gozar lo que nosotros también gozamos. El Espíritu de Jesús les alienta a ello sin cesar.
De modo que estas tres respuestas se resumen en una. El encuentro con el Dios vivo, con el Dios que se revela en el Evangelio, es una buena noticia porque la vida humana, no es un monólogo tedioso, es un diálogo sorprendente que acontece en el misterio. Una vida en diálogo con el amor eterno, con el amor hasta el extremo, en el que nosotros mismos nos vamos viendo transformados por el que nos enseña a amar en términos absolutos.
Así que amigos menuda lección de verdadera espiritualidad nos ofrecen hoy los textos sagrados. Una espiritualidad verdadera y no un pietismo devocionalista tan del gusto de ámbitos religiosos ajenos por completo al Evangelio. La verdadera espiritualidad es este diálogo amoroso que la presencia del Espíritu de Dios nos permite vivir, que provoca estas respuestas y que la Escritua hoy nos describe a la perfección. Así que no convirtamos jamás esta gozosa espiritualidad evangélica en una pose religiosa e insustancial que nada sabe del Dios vivo y verdadero.
4. La presentación del Señor o como todo el mundo la conoce la Candelaria, es una fiesta del Señor que en algunos lugares del mundo está muy arraigada. Hasta en las cercanías de Nápoles se celebra una gran fiesta en Montevirgine, donde Santa María demuestra que nunca excluye a nadie de su corazón sin importarle lo que nada ni nadie pueda decir. Sus Hijos se los dió Jesús y ninguno de ellos quedará sin su amparo y su protección, diga quien quiera, lo que guste decir. Nuestras etiquetas no le afectan en absoluto. Las persona primero. María así demuestra que es puro evangelio vivo.
¿Qué es el Evangelio? Jesús vivo entre nosotros en mi opinión. Él es el Reino, Él es la buena noticia, Él lo es todo. La voz viva del Padre y del Espíritu Santo hecha carne. Pero eso ¿qué significa? Los textos de hoy nos ilustran al respecto.
El Evangelio según Malaquías es purificación de lo religioso que está muy contaminado por los esquemas y por las aspiraciones humanas. A veces tanto, que Dios deja de ser lo importante para ocupar su lugar con la idolatria de la avaricia, con el afán narcisista de poder, con la soberbía del lujo, con el insolidario egocentrismo, con el odio al distinto travestido de radical fidelidad a las fuentes religiosas, con los ritualismos y con sus respectivas purezas trufadas de pietismo afectado y teatrero, con la hipocresía para encubrirlo todo y poder seguir manteniendo el espectáculo. Muchas cosas. El Evangelio es la vuelta al amor a Dios y al prójimo. Es la búsqueda de la vida en plenitud y en abundancia, y no toda esa suerte de majaderías que simplemente son muestras de narcisismos travestidos de apertura a lo trascendente aunque realmente no pasa de una mera autocomplacencia ante un espejo.
El Evangelio como el Salmo nos enseña, es la apertura al Dios de verdad para que nos transfigure por completo.
El Evangelio es la liberación del miedo a la muerte, y la predisposición a la comprensión misericordiosa con todos, incluido el mundo, los demás y yo mismo. Liberación de miedos patológicos y de escrupulosas culpas o de verguenzas sin remisión ni redención posible. La carta a los hebreos aqui es clara.
El Evangelio es la luz que ilumina al mundo y desvanece todas sus tinieblas. El Evangelio es lo que glorifica al mundo y lo libera de convertirse definitivamente en un infierno. Llevar adelante tal cosa, le enfrenta de pleno a los partidarios de que la oscuridad y de que el infierno se afiancen. El Evangelio es contradicción. El Evangelio es por tanto capacidad de afrontar el dolor y el costo de que su obra se lleve adelante. El Evangelio es la fortaleza de María. El Evangelio es aprender y crecer sin cesar, como el Jesús niño y joven. El Evangelio es llenarse del Espíritu que nos inunda con su sabiduria y su graci como a Jesús. Así que ahora que sabemos que es el evangelio, yo me pregunto: ¿somos Evangelio? Si no purificamos el mundo religioso, desde luego que no. Si no le abrimos la puerta a Dios tampoco. Si somos esclavos del miedo a la muerte y estamos totalmente faltos de misericordia menos aún. Si nos negamos a comprender no somos Evangelio. Si llenamos el mundo de oscuridad y lo convertimos en un infierno no somos Evangelio. Si no asumimos que disentir y ser políticamente incorrectos, y convertirnos en ocasiones en una anomalía, tampoco somos evangelio. Si no somos fuertes como María, para hacer lo que se debe, y nos negamos a aprender y a crecer junto a Jesús, si no nos dejamos impetrar de su sabiduría y de su gracia tampoco somos Evangelio.
Y si no somos evangelio ¿qué somos? Algo muy triste. Sólo el Evangelio suscita fiesta, aplausos, cantos, música, alegría y vida buena, bella y verdadera, en Nápoles lo saben, ojalá y que nosotros lo aprendámos tambien en este día.
3. Nadie se salva sólo. La del Evangelio no es un supermercado donde cada uno sale con la salvación de su alma bajo el brazo. El individualismo es antievangelico. No así el personalismo que enseña que la persona crece siempre en comunidad. Y sin ella no lo hace. La persona se desarrolla en familia.
Por eso seguir a Jesús supone vivir como miembro de un Pueblo, el Pueblo de Dios, un pueblo cuya base constitucional es el Evangelio. Y tres notas fundamentales se nos proponen hoy para configurarnos como ese pueblo.
La Palabra de Dios ha de ser su corazón. Hemos de escucharla, estudiarla, y comprender su sentido. No basta con hacer una lectura a primera vista. Incluso eso puede confundirte y equivocarte. Pero cuando profundizas en ellas guiados por la sabiduria, tu corazón se emociona. Y tu alma se llena de gozo. Los caminantes hacia Emaús experimentaron eso acompañándo a Jesús y dejándose orientar por su sabiduría. Y la prueba fue que les ardió al corazón y cambiaron de nuevo el rumbo de su vida, llenos de una fuerza que no nacía de ellos, sino de Jesús vivo y resucitado. La Palabra de Dios es Cristo vivo comunicandose con nosotros, y no un montón de hojas escritas en un libro, que hasta Satanás, en las tentaciones, se permite citar. El Pueblo de Dios del Evangelio es el que llena de fuerza el corazón de los caminan hacia Emaús.
De ahí que cada miembro de nuestro pueblo del Evangelio, deba ser como Teófilo. Alguien muy centrado en conocer a Jesucristo con criterio y cabeza formada, como Lucas aconseja. Porque cuando lo haces, ocurre en tí lo mismo que en Nazaret, el Espíritu viene sobre tí, como vino sobre María en Nazaret al escuchar la Palabra, como viene sobre Jesús al que mueve por toda su tierra, y lo hace para transformar su vida y la de los demás. Liberación, sanación y restauración. Crecimiento, maduración, camino hacia la plenitud, divinización y glorificación. Salvación. Llamadlo como queráis. Vivir junto a Cristo te llena de gracia, y combate en ti, una visión desgraciada de la vida. Y cuando su compañía te habita, cuando el Espíritu de Dios te inspira, ves claramente como la Escritura se cumple hoy ante tus ojos y en medio de todos. A mi me ocurrió eso, el día que di cristiana sepultura a mi amiga María Elisa. Hace pocos días.
Por último cuando el Espíritu de Dios habita en tu alma porque tú lo invitas a venir sobre ti, se produce la unidad en la diversidad. Como ocurre con los organos del cuerpo, diferentes sí, pero en perfecta comunión siéndo cada uno quien es. Por eso estos enfoques nacionalistas tan de moda en boca de lideres mundiales, nacionales o regionales, están profundamente alejados del Espíritu de Dios. Division en griego se dice diablo. Y estorbo en hebreo se dice Satanás. Los que impiden la unidad y el bien común, dividiendonos y estorbando la comunión de los que somos diferentes no forman parte del Pueblo de Dios que nace del Evangelio, sino que son hijos de la sinagoga de Satanás, tal como Juan la llama en sus escritos. Por eso los cristianos con nuestras divisiones confesionales, que si católicos, ortodoxos, protestantes o anglicanos, etc… actuamos como gilipollas integrales cuando seguimos olvidándo que la primera verdad incuestionable de nuestro credo es el Amor. Si Dios es Amor, ¿qué hacemos peleados y divididos los que creémos en Él?. Hacemos el gilipollas, lo repito. Y más cuando enfrente tenemos a lideres poderosos que quieren romper la unidad y dañar el bien común de todos, en aras de intereses egoístas, y supuestas supremacias hijas de la necia soberbia y profundamente perfumadas por Luzbel. El maligno no es ser mítico, aliénta en todos aquellos que se empeñan en alejar a la humanidad de la senda del bien común. El Espíritu une a todos, así lo enseña Pablo y también el relato lucano de Pentecostés.
Así que seamos Pueblo de Dios, pero del auténtico, y no te olvides, ese pueblo nace del Evangelio. Sin Evangelio vivo, no existirá jamás un verdadero Pueblo de Dios. Habrá otra cosa. Pero Pueblo de Dios no.
2. El Evangelio es una experiencia gozosa de vida. Las lecturas de este día nos dan esa lección de tres maneras:
- El Evangelio supone experimentar la compañía de Jesús y de María. Como les ocurrió a los novios en Caná de Galilea. Y es que ocurre que a veces la ilusión por vivir se acaba, el carácter festivo del hecho de estar vivos se esfuma. Hay experiencias traumáticas en mayor o menor grado, y evidentemente, éstas tienen un impacto sobre nosotros. Y por supuesto eso tiene consecuencias. A veces la ilusión por vivir se agua, o incluso, a veces se agría. ¿Y quién puede ser feliz teniendo aguada la ilusión por vivir o sacándole un sabor avinagrado a las cosas?. La compañía de Jesús y su Madre puede influir mucho en cambiar eso. Basta creer, hacer lo que Jesús nos diga, según nos aconseja María y quizás haya que llenar algunas tinajas de agua. Por supuesto no se excluye un esfuerzo, pero los frutos pueden ser sorprendentes. De hecho lo serán. Jesús nos dará motivos para recuperar la ilusión por vivir que no sospechabamos encontrar. Incluso es muy posible que la ilusión por vivir nos resulte mucho mejor que la del principio. El juicio del maestresala es patente, y la experiencia de muchos hoy también. Junto al equipo que forman Jesús y María, la ilusión por vivir incluso en medio de posibles sufrimientos está servida. Te lo repito muchos lo han experimentado.
- El Evangelio supone disfrutar del Espíritu Santo y de sus dones. Muchas veces no nos percatamos suficientemente de lo mucho bueno que llevamos dentro. Los tesoros es lo que tienen. Y cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Sin uno de nosotros la trama del tapiz se queda incompleta. Cada uno aporta un color diferente. Si a un mosaico lo privas de determinadas teselas, el conjunto queda incompleto. Cada uno tiene algo que aportar. Pablo lo explica muy bien. El bien común exige la participación de todos. Y el Espíritu de Dios despierta “eso” que llevas dentro y te hace especial. El Espíritu te enseña a ser tú mismo, y no para que te engrías ni te vuelvas un soberbio, sino para que te regales a los demá, para que compartas tu propia riqueza. La alegría está en compartir. Cuando todos compartimos, todos recibimos. Si hacemos lo contrario, nadie recibe nada, o no recibe todo lo que podría recibir para que su vida pueda ser más plena. Y eso es no sólo negativo, sino sobre todo triste. Y es una pena vivir tan poco tiempo para no alcanzar el mayor grado de plenitud que la vida puede ofrecernos. La castración mutila. Y una vida mutilada es una vida frustrada y frustrante. El Espíritu no frustra ni castra, al contrario, realiza y plenifica, nos hace crecer, evolucionar y madurar. Nos transfigura. Nos vuelve luminosos y cálidos. Evita que seamos ocuros y fríos.
- El Evangelio nos convierte en heraldos ante los demás de una noticia asombrosa: No somos nihilismo. Todo no es para nada. Somos una realidad amada eternamente por un Dios que se “muere por amarnos” como dice mi querida Maruja. Isaias no puede ser más claro. Nuestro destino final son las bodas del cordero. Nuestra vocación es la eternidad y no la fugacidad. El salmo insiste en lo mismo. Mejor ser gente que todo lo llena de vida y de luz, que no profetas de mal agüero y de calamidades, que matan la esperanza del mundo por su torpe proceder y su carencia absoluta de vitalismo. Con el pesimismo el mundo no cambia para bien. Los pesimistas nunca han mejorado nada. Marina piensa así, y creo que la historia le da la razón. Churchill que veía el mundo con ojos muy claros, en medio de la tragedia que le tocó vivir, con un realismo inusitado supo fortalecer los ánimos de un pueblo, casi de una civilización, para no ceder ante una demoledora fuerza que llenaba de muerte cuanto tocaba. Ser vital y optimista, ser un heraldo de futuros alternativos y mejores, no significa ser un credulo ni un inconsciente. Ni tampoco un irresponsable. Churchill no lo fue. Juan XXIII tampoco. Y gracias a ese tipo de personas, hoy vivimos en un mundo mucho mejor que el que podría haber sido si ellos no hubiesen estado. La experiencia del misterio pascual nos convierte en los ángeles del Santo Sepulcro para un mundo que muchas veces está traumatizado por la muerte, y no pocos en él, viven esclavos del miedo a la muerte. Eso no es vivir, eso es ser un zombie.
La Iglesia no debe olvidar esto. Si no es buena noticia para el mundo, si no es una comunidad donde todos movidos por el Espíritu Santo comparten lo mucho bueno que llevan dentro y si no nutre la ilusión por vivir de quienes se acercan a ella, si agua y avinagra la vida de la gente: fracasa estrepitosamente, porque no es Evangelio vivo. Y si no es eso, entonces: ¿qué es?. La Iglesia es Evangelio o no es. Sin Evangelio nunca será sal de la tierra, sino sal que se ha vuelto sosa. La lección no puede ser más clara. Así que tengamos presente todos esta sabrosa y nutritiva enseñanza.
NAVIDAD
6.El BAUTISMO DEL SEÑOR. El bautismo que nace del Evangelio no es un baño ritual más, no es un sello en un carnet, no es una bendición como la que se practica con diversos objetos materiales pero en este caso con personas. Para los que tratan con el Evangelio desde una perspectiva meramente religiosa, sin dejarse renovar interiormente por Jesucristo, el bautismo si puede ser todo esto que acabamos de decir. Pero para quien dejándo atras la mera religión, se adentra en la senda del Evangelio, el Bautismo se abre a la acción del Espíritu Santo, de ahí que el bautismo sin Confirmación resulte tan incompleto, pues sin duda alguna para poder andar es mejor tener dos piernas que una sola. Del mismo modo que el Bautismo se queda cojo si no se comulga, se queda, igualmente cojo si no se recibe el Espíritu Santo en la confirmación. Para el Evangelio el Bautismo desarrollado en las celebraciones de la confirmación y de la Eucaristía es toda una experiencia de vida.
Este Bautismo es el gran regalo de la Navidad que hoy termina. Lo que ocurre hoy con Jesús, es nuestro destino cuando el Evangelio se adueña de nosotros. El baustimo completado por la confirmación y alimentado por la Eucaristia. Así es como el Espíritu se Jesús se adueña de nosotros.
El Espíritu nos abre al consuelo de la constante compañía de Jesús, con el Pastor que apacienta al rebaño, que nos reúne con su brazo y nos lleva sobre su pecho, cuidando de nosotros él mismo. Haciendonos goza de su recompensa. Y sanándonos con su amor cuando nos apartamos de la senda del Señor Jesús por medio de la Reconciliación o cuando la enfermedad nos cerca.
El Espíritu nos llena de Esperanza porque nos abre a la perspectiva de la Salvación. Nos inunda de Gracia. Nos hace gozar de la misericordia de Dios. Y nos convierte gradualmente en herederos de la Vida Eterna, y así es como nos transfigura tal como nos ha enseñado la Epifanía hace unos días.
El Espíritu con su fuego transformador nos convierte en Hijos amados de Dios en quienes Él se complace. Y eso aunque no merezcanos ni desatarle la correa de sus sandalias. Bien como discípulos que contraen matrimonio, bien como apóstoles de Cristo que ejercen su ministerio.
El profeta, el apóstol y Lucas nos ofrecen esta hermosa lección de vida. La religión no da este Espíritu, Juan el Bautista lo tiene muy claro, en cambio también sabe que el Evangelio sí. Por eso como buen testigo nos muestra el camino de la Verdad que nos conduce a la Vida en plenitud. Este Espíritu es el que la Navidad nos regala cuando se celebra de veras, la fiesta pagana del solsticio de invierno no nos regala nada, salvo unos kilos de más, y si tienes suerte unos cuantos regalos materiales y un nuevo calendario. La Navidad nos regala al Dios con nosotros y ese Dios es el Espíritu Santo que hoy se derrama sobre Jesús de un modo especial para que Él pueda compartirlo con nosotros. El Padre es el embalse, el agua es su Espíritu, y el canal es Jesús. Hoy abren las puertas del embalse para que el agua pueda saciar a todos los que se acerquen al canal del Evangelio que es Cristo mismo hecho carne entre nosotros. Por eso la Epifanía nos enseñó que hacer con Jesús: Adorarlo, para que su Espíritu nos convierta en un tesoro, en un maravilloso perfume y en una medicina sanadora para el mundo. Así que no se os ocurra darle a Cristo Jesús con la puerta en las narices.
5. EPIFANIA. Adorar a Cristo Jesús siguiendo el ejemplo de los Magos, nos transfigura por completo.
En primer lugar nos transforma en oro. El oro es el metal precioso más afamado. Quien tiene mucho oro, se dice que posee un tesoro. Así que podemos afirmar que adorar a Jesús nos convierte en un tesoro. El amor es lo que hace. Nos convierte en personas y evita que nos convirtamos en monstruos. El amor nos lleva a buscar la gran reunión de la humanidad, la unidad de todos en torno a una gran celebración universal, inmensamente luminosa. Las metaforas del profeta no pueden ser más expresivas.
En segundo lugar nos convierte en perfume. El incienso es un perfume. Cierto que hay algunos que resultan un tanto desagradables, pero cuando se eligen bien, pueden perfumar un templo o un hogar maravillosamente. El amor evita que seamos fétidos. El amor nos hace perfumar el mundo porque como también nos muestra el profeta y el salmo, nos enseña a compartir. El amor que brota de la adoración de Jesús, es eucarístico. Pues nos enseña a entregar la vida, a derramar la sangre por los demás. A darlo todo por amor. Nos enseña que no hay mayor amor que el de aquel que da su vida por sus amigos. Nos enseña no sólo a amar, sino a amar hasta el extremo.
En tercer lugar nos convierte en mirra. ¿Y que es tal cosa? Un ungüento perfumado que era sanador. Adorar a Jesús nos convierte en sanación. Porque nos evita despreciar a los demás por razón de su raza, sexo o cualquier otra etiqueta de las que solamos hacer uso, para marginar a unos de otros, o para despreciar a los demás. El apóstol ha explicado esto muy bien. El amor es sanador. El amor no es tóxico. El amor no es venenoso cuando es verdadero. El amor no intoxica, sana. Si envenena o intoxica es que no es verdadero, es que no es realmente amor, puede ser otra cosa, pero amor no. El amor es vitamina para el alma, el amor es sanación. Por eso adorar a Jesús como los reyes nos vuelve ungüento sanador para un mundo donde la polarización es cada día mayor.
Así que esta es la transfiguración que obra en nosotros la epifanía, la luz de Jesús, al adorarla, como una estralla fulgurante eclipsa toda oscuridad, toda tiniebla en nuestra vida. Y es que el Dios que se hace carne, el Dios del amor, es un tesoro, es un perfume sublime y es profundamente sanador. Así que a los que sólo somos su imagen pues perdimos nuestra semejanza con Él por el desamor, al que llamamos pecado, nos devuelve la semejanza y ademas lo hace divinizandonos. El amor es lo que tiene: te hace vivir como Dios.
4. Este Segundo domingo de Navidad las Escrituras vuelven a insistir en que a Jesús se le dió con la puerta en las narices. Por eso los cantos populares de Navidad insisten en conectar Belén con el Calvario. Y es que esto es profundamente cierto. Jesús fue rechazado al nacer en Belén, y sólo unos pocos lo recibieron con amor. Y en el Calvario, ese rechazo fue prácticamente mayoritario, ya no estaba José, al parecer había muerto, pero sí estuvo María y esta vez acompañada por Juan. Sólo unas mujeres más miraban a lo lejos. Y el resto de sus seguidores estaban desperdigados, muertos de miedo y rumiando su arrepentimiento dada su cobarde deserción. Belen y el Calvario son las dos caras de una misma moneda. Por eso está bien cantada esa estrofa que dice: El Niño que está en la cuna en una cruz morirá. Y eso que valió para Jesús también es cierto para todos nosotros, que después de todo, somos bebés que terminan crucificados de una u otra manera. Aunque si vivimos unidos a Él, como Él también resucitaremos según nos cuentan los evangelios.
Por ello es bueno hoy marcar la diferencia que existe entre lo que Cristo Jesús nos regala y lo que nuestro rechazo produce. Y es precisamente la comprensión de esa diferencia la que nos permite entender aquello de que nos privamos cuando no recibimos al verbo de Dios que vino a nosotros para hacernos suyos. Lo contrario de resucitar, su diferencia, es morir para siempre. Que cada uno elija lo que prefiera. Así que veamos más diferencias.
Jesús es la sabiduría de Dios entre los hombres, la diferencia es la necedad en la que el hombre persiste cuando se cree más sabio de lo que realmente es. No se vive igual siendo sabio que siéndo un necio.
Jesús es la bendición gloriosa de Dios que transfigura nuestra vida, la diferencia, es experimentar la propia vida como una maldición, convertir nuestra vida en un infierno. No pocas veces ocurre eso cuando desoímos la voz del Espíritu y cogemos el camino contrario al Evangelio. Hay suficientes páginas de la historia que así lo demuestran.
Jesús es la luz que vuelve brillante nuestra vida. La diferencia son las tinieblas. No es lo mismo vivir en un ambiente de luz y calor, que vivir en un entorno oscuro y frío. Y no hablo en sentido literal sino figurado. Una existencia luminosa y cálida es muy distinta de una existencia oscura y fría, y creo que todos nos hacemos cargo del significado de la metáfora.
Jesús es el que nos hace vivir en plenitud como Hijos de Dios. La diferencia es malvivir, esto es, desconocer la plenitud, vivir a medio gas. En vez de aspirar a ser un hijo de Dios, conformarse con ser un mono evolucionado que no será nada más allá de la muerte. Las esperanzas que brotan de estas perspectivas son bien distintas como puede comprenderse con relativa facilidad. De una fe brota una cosmovisión del universo, y de la otra “fe” brota otra cosmovisión bien distinta.
Jesús es el que nos colma de gracia tras gracia, conviertiendo nuestra existencia en una experiencia agraciada. La diferencia es una experiencia existencial desgraciada. Es la misma diferencia que hay entre ser un desabrido o ser alguien sabroso. Ser alguien con salero o ser un insulso. La existencia no resulta la misma. Hay gente que lo tiene todo y carece de gracia, y en cambio hay personas que no teniendolo todo rebosan gracia por todos sus poros. Sin dura prefiero a los segundos.
Así que en función de que actitud adoptamos en Belén o en el Calvario, que para el caso son lo mismo, nuestra existencia será de un tipo o de otro, la diferencia radica en si recibimos a Jesús o no; os recuerdo eso sí que no está de moda hacerlo. El que avisa no es traidor. Más igualmente os digo que yo prefiero no separarme ni un sólo día de Él, y eso, que no soy digno de que entre en mi casa, más sé que una sola palabra suya bastará para sanarme. Por eso para mi la Navidad es decirle a Cristo un sí bien grande en toda la cara. Lo demás son aderezos que no están mal, pero que en ningun caso son para mí lo fundamental. Así que decidid vosotros mismos como queréis vivir vuestra propia Navidad. Ahora la moda consiste en volver al paganismo romano de las saturnalia, mucho jaleo, mucho gasto y mucha fiesta. Para mí eso puede ser muy espectacular y ruidoso pero es una realidad vacía, que se queda más vacía aún, cuando se van de tu lado los seres que más quieres. Y sólo te quedan recuerdos nostálgicos que hacen que pensar te resulte doloroso en esto días. Sin Cristo, para mí, la navidad es ruido y vacío, un fastuoso decorado escenografico que carece de un relato teatral que lo dote de sentido. Así que ¿Vacío? ¡No gracias! Prefiero la plenitud. Las modas en asuntos como éste, para quien las quiera.
3. 1 ENERO
Está de moda ser ateo. Está de moda dar a Dios con la puerta en las narices. Os lo dije el día de Navidad. ¿Tan malo es Dios que debemos pasar de Él?. Las Escrituras hoy me enseñan quien es Dios según los Evangelios. Porque no todas las visiones de Dios son iguales, como no son iguales todos los animales por el simple hecho de ser vertebrados. Además las Escrituras hoy me indican que efectos produce en nosotros el Dios de Jesús, pues el AT hay que leerlo con los ojos de Jesús. Y por último me enseñan también estos textos sagrados las actitudes que brotan en mí cuando trato con Él.
¿Quien es Dios? El apóstol es claro: es un Dios que nos ha hablado por su Hijo. Y lo ha hecho para hacernos hijos suyos. No le basta que seamos sus criaturas, no le basta habernos creado. Además quiere hacernos como Él. Nos quiere revestir de su gloria, si nosotros consentimos. Nunca contra nuestra voluntad, pues Él no es un amo, sino un amor. Si le decímos que sí nos da el Espíritu de su Hijo Jesús, y no para hacernos sus esclavos, sino sus hijos muy amados. No somos siervos de Dios. Y no hemos de llamarle “Señor” sino ABBÁ, esto es: Papá. Llamarlo padre no deja de ser una mala traducción de esta dulce palabra preñada de ternura. Los otros rostros de Dios son desconocidos por los evangelios.
¿Qué efectos produce en nosotros? Los textos del AT vistos con los ojos de Jesús, nos enseñan que este “papá Dios” convierte nuestra vida en una bendición, nos protege con su amor, y lo hace cuando ilumina su rostro sobre nosotros y cuando nos concede su favor. Su rostro amoroso nos concede la paz. Pues Él tiene piedad de nosotros, nos hace conocer sus caminos, nos conduce a todos a la salvación, sin exclusiones de ningún tipo. Nos hace cantar de alegría, nos enseña a vivir desde la justicia, y arranca de nuestros corazones la alabanza. El único temor que cabe ante su presencia es perder su compañía.
¿Y qué actitudes suscita en nosotros? Nos hace correr hacia Él. Nos sale al encuentro en pesebres sencillos, en las cosas más pequeñas. Nos hace contar lo que vivimos a su lado. Nos llena de admiración. Nos hace guardar en nuestro corazón lo que vivimos juntos, y nos insta a meditar sobre ello. Nos hace volver a nuestra vida dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que vemos y oímos en su compañía. Jesús es su nombre y eso nos basta, y enamorados de Él no sabemos vivir sin su compañía. No lo queremos porque lo necesitamos, sino que lo necesitamos porque lo amamos. El Evangelio de Lucas no puede ser más claro.
¿Por qué debemos matar a un Dios como éste? No quiero vivir a la moda si esto es lo que se exige hoy. Me encanta ser una persona demodé. Alguien que no se define de acuerdo a las modas que van y vienen. Sé a quien amo, y amo a quien me ama sin medida. Y si no me entienden, si me desprecian o me excluyen, asumo el precio. Vosotros soís muy libres de proceder como os plazca. No pienso matar a Dios en mi vida. Que os quede muy claro a todos. Lo bueno, lo bello y lo verdadero para mí es vivir cada uno de los días de mi vida bajo el amparo de su amor. Y eso no me limita, si he podido vivir siendo hijo de padres humanos imperfectos, y he llegado a ser un adulto conla madurez sufienciente no sé por que no he de ser capaz de gozar de un amor tan puro como éste. Inmaduro y estúpido sería si no lo hiciera. Así que hermanos, os lo digo alto y claro, me importa un bledo no vivir a la moda.
2. SAGRADA FAMILIA
Los hijos. Hoy las Escrituras me llevan a pensar sobre ellos. Y las lecciones que escucho son las siguientes:
1. Los hijos no hacen el matrimonio. El matrimonio procrea evidentemente. Pero no siempre. Hay matrimonios que no pueden tener hijos, y no por ello dejan de ser verdaderos matrimonios. De hecho cuando escucho a alguien casado que dice que la razón de ser de su vida son sus hijos, y que su pareja es un medio para tenerlos, me preocupo. Algo falla. El porcentaje de veces que la unión sexual puede procrear es mucho menos frecuente que cuando no lo es. Y sin embargo, a diferencia de muchos animales, el ser humano vive un celo permanente. Y es que la vida sexual humana no solo tiene como fin procrear, sino intercomunicar, es el lenguaje del amor entre los esposos. Es un momento maravilloso para vivir la comunión de los que se aman. Para no pocas parejas es cómo subir a su Tabor Nupcial. Donde se transfiguran. Donde tocan el cielo. De donde nunca quisieran bajar. Y en ocasiones, ese momento sagrado se abre a la vida de una manera sorprendente.
2. Pero esa procreación, esa paternidad, debemos ejercerla de manera responsable. No se trata de traer al mundo hijos sin parar. Tener los hijos que Dios quiere no significa tener 48 hijos como hizo un hombre que conocí en America. Claro está con distintas mujeres. Un hijo debe ser atendido afectivamente de manera cuidadosa. No basta con darle de comer. Hay que dedicarle el tiempo y los cuidados necesarios para que pueda ser persona. De lo contrario crecerá con carencias afectivas que a la larga le dañaran psicológica y emocionalmente. Para lograr esta paternidad responsable es preciso considerar si la pareja atraviesa un buen momento. Un hijo no resuelve los problemas de una casa, a veces los agrava, pues supone un mayor stress y mucho más trabajo. Los esposos necesitan estar fuertes y decididos. Y deben acordarlo mutuamente. Para lograr una paternidad responsable es fundamental pensar en el bien del hijo que viene y en el bien de los que ya viven. ¿Podremos ofrecer a todos lo que necesitan para desplegar todas las potencialidades que necesiten para ser personas dignamente?. Para lograr una paternidad responsable es preciso considerar el bien común de la sociedad: No es lo mismo plantearse cuántos hijos tener en una sociedad superpoblada que en una sociedad que envejece. También es importante plantearse cuántos hijos tener pensando en el bien de la Iglesia. En Holanda para evitar que desapareciese la Iglesia católica, los padres decidieron tener más hijos. En cambio hay matrimonios misioneros que por sus responsabilidades pastorales, han tenido que tomar otras opciones a la hora de traer hijos al mundo. Tener los hijos que Dios quiere no es traer hijos al mundo a tontas y a locas. Eso no es responsable. Eso es tentar a Dios y tirarse del alero del templo.
3. Los hijos no son para nosotros. Ana lo entiende muy bien en el libro de Samuel. Y María y José también lo descubren con el episodio del niño en el templo de Jerusalén. A los hijos se les querrá siempre, pero no son para nosotros. Eso no significa que no sean nuestros como dijo algún responsable público no hace mucho. Los hijos se graban a fuego en el corazón de los padres, y nunca nadie los podrá arrancar de ahí. Pero eso no significa que no se les permita volar del nido. Han de ser preparados para ello. Pues cada uno tiene su propia misión que cumplir en la vida, como Samuel y como Jesús.
4. Es preciso además comprender que nuestro destino definitivo no está aquí. Empeñarnos en no dejar partir a nuestros seres amados, cuando sus días aquí se terminan es no tener claro que estamos llamados a vivir en las amables moradas del Señor, como canta el salmo de hoy. Jesús le dice a Magdalena, “no me retengas, déjame marchar, no interrumpas el proceso”. Hacer lo contrario es como si una madre se empeñase en estar embarazada constantemente para sentir siempre a sus hijos en sus entrañas, sin dejarlos nacer nunca. La fe en la resurrección evita considerar que tener familia es una maldición porque al final terminarás perdiendo a los seres que amas tanto. Como hace lo mismo con la amistad, y con otros campos de comunión interpersonal. Si no creyéramos en la resurrección amar se convertiría en el camino hacia la autodestrucción emocional. Ciorán nos lleva a pensar así. Cuanto más amas más te expones a sufrir si pierdes a los que amas. Para él, amar es una maldición. La fe en la resurrección nos impide pensar así. Cuando se van lloramos porque los queremos, pero la fe en la resurrección no permite que el llanto ahogue nuestro aliento vital. El pensamiento nihilista tan de moda, nos impele a no vincularnos emocionalmente con nadie para convertirnos en superhombres. En seres que se hacen inmunes al sufrimiento porque la muerte de los demás no les importa. Eso no te convierte en un super humano, sino en alguien totalmente inhumano. Eso no tiene nada que ver con lo que significa vivir en familia.
5. Educar a los hijos como cristianos, supone enseñarles dos cosas. Las que Juan recomienda hoy en su carta. Enseñarles a creer en Jesucristo y educarlos para amar a los demás como Jesucristo nos ha amado. Todo eso habrá que desarrollarlo poco a poco, gradualmente y haciendo uso de diferentes instancias. Pero el esqueleto fundamental es ese, y siempre respetando su conciencia, su inteligencia y su libertad son sagradas. Jesús no imponía nada, proponía el evangelio. La verdad se impone por sí misma. Se trata de testimoniar, no de formatear la mente de nadie. Quieres educar a tus hijos: Cree tú en Jesús y ama tú a los demás como Jesús te ha amado a ti. Y que cada uno se convenza personalmente de lo que crea verdadero, bueno y bello. Nadie puede convencer a nadie de nada porque cada uno se convence personalmente de lo que quiere. La opción por Cristo y el amor, es personal. La convicción es mucho más que la simple tradición o costumbre.
Son cinco lecciones para mí que iluminan la relación de los padres cristianos con sus hijos. Ojalá y que ellas nos descubran el carácter sagrado de nuestras familias. Después de todo, sacrificio, significa hacer sagrada una realidad. Sacrificarse por la familia es transfigurar en sagrada su realidad. Esto es lo que hoy escucho cuando el Evangelio toca mi alma hermanos.
1. La verdad es que a Jesús, el Hijo de Dios, cuando nació le dimos con la puerta en las narices. Él vino a los suyos, y preferimos las tinieblas a la luz. Hicimos oídos sordos a su verbo. Desechamos al que era la piedra angular. Lo ninguneamos y lo humillamos. Esa es la verdad: en Belén no había campanas, en Belén no habia alegría, en Belén un niño lloraba, mientras su madre sufría. En Belén el niño nació en total anonimato, salvo para unos pastores, que hizo falta una legión de ángeles para que quisieran venir a adorarlo. Lo mismo les paso a aquellos magos. Hizo falta toda una constelación en movimiento para salir en su búsqueda. El resto ignoro el nacimiento de Jesús. Se quedaron tan panchos, y en Belén lo mandaron a nacer a una cuadra, con forma de cueva o algo parecido.
Es sorprendente nuestra actitud. Rechazamos a Jesús por sistema de manera espontanea, incluso algunos tratan con acritud a quienes se llaman sus seguidores, cuando no los humillen o maltratan de diversas maneras, bien con malos modos, bien con sonrisas y guante blanco pero con muy mala puleva. Por que en estos casos, hay aguas mansas de las que Dios nos guarde. Para estos todo vale con tal de acabar con el impacto del Verbo hecho carne y su mensaje.
¿Y por qué ese rechazo? ¿Acaso es malo lo que Jesús nos aporta? Repasemos con calma. Imaginemos que somos un arbol desnudo sin follaje ninguno, una especie de arbol seco como se van a quedar la inmensa mayoría de los pinos de nuestros bosques, abocados a una extinción en masa, por esa plaga desconocida que los está matando ante nuestra pasiva desidia.
Somos un esqueleto de árbol. ¿Que nos aporta Jesús? ¿Cómo nos viste? ¿Cómo nos decora?. Nos llena de luz para que no vivamos a oscuras bajo la negra sombra de la muerte. Ya tiene luz nuestro árbol. Nos llena de paz, de justicia y de derecho. Debe ser que nuestro mundo prefiere la guerra, la injusticia y la indignidad, y por ello le da con la puerta en las narices. A mi en cambio esos adornos creo que mejoran el arbol navideño que quiero ser. Nos inunda de esperanza pues nos abre a una perspectiva de salvación. Eso me gusta más que la desesperación que es su némesis. Nos descubre que vivir en plenitud, es vivir abiertos al Dios que nos ama, que derrama su gracia sobre nosotros, y que nos enseña a convertir el amor en el rey de nuestra vida. Confieso que cada vez me va gustando más este precioso arbol navideño en que Jesús va transformando el leño seco que soy. Cada uno de estos dones es una gracia que me regala, y así gracia tras gracia, me va revistiendo de gloria. Y es que para eso viene, Dios se hace hombre para hacer que el hombre se haga Dios. El hombre y su universo, pues sin él, el hombre no puede ser quien es. Y lo que estorba en ese proceso es lo que llamamos pecado, todo aquello que nos impide vivir en plenitud. Vivir en la gloria. Vivir como Dios. Todo eso queda borrado de un plumazo. Gratuitamente. La verdad es que conforme avanzo por los ricos textos que hoy me hablan de Jesús, descubro más y más regalos que Él me hace, y me siento cada vez mejor vestido, como un precioso árbol de navidad. Revestido de gloria ¿que más puedo desear?.
Así que ¿por qué le dimos y le damos con la puerta en las narices? ¿Será que somos idiotas? Yo por si acaso os notifico que si no le quéreis yo tengo para Él preparado en mi pecho un sencillo pesebre y pienso acogerle aunque no soy digno de que entre en mi casa. Me lo quedo “enteretico”, porque antes que convertirme en un leño seco prefiero ser transfigurado por Él en un precioso arbol navideño adornado de luz, sin sombra de muerte, adornado de paz, de justicia y de derecho. Adornado de esperanza, de gloria, de gracia, de salvación y sanación. Adornado de vida en plenitud, de vida eterna. Adornado de alegría y amor. Me miro así y me veo más guapo. Si tú también quieres, no temas, hay para todos. Todos los leños secos que quieran pueden vestirse de fiesta y quedar radiantes y cantar gozosos ante éste que llamamos mesías porque no sabe hacer otra cosa que amarnos.
Si no piensas darle con la puerta en las narices y preferir la luz a las tinieblas: ¡Feliz Navidad! o como decimos en Murcia, guiados por las enseñanzas del papa San León Magno: ¡Felices Pascuas!, esta pascua chica invernal y la gran Pascua primaveral de resurrección que nos mostrará por qué ésta de la encarnación es tan hermosa. Y nada más por hoy amigos. Hasta otra ocasión hermanos, que voy a abrirle la puerta de mi vida, para que pueda pasar, darle la bienvenida, sentarse a mi humilde mesa y disfrutar cenando juntos. Y así poder cantar con los ángeles: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.
Adviento
4. El mundo necesita restauración como enseña el salmo de hoy. Mientras que nos empeñemos en circular por determinadas sendas así será. Muchos dicen que tardó mucho Dios en darse a conocer, y yo digo que se ve que no le fue fácil encontrar a una mujer como María en cualquier momento de la historia humana. ¿Quién sabe si no fue eso lo que lo retrasó todo?. La respuesta humana es definitiva, y eso es lo que nunca hemos acabado de entender, pues siempre hemos creido que somos una marioneta en manos de Dios o del destino. Y eso es un craso error. Por eso el mundo necesita restauración porque nuestras decisiones lo destruyen con bastante frecuencia por múltiples motivos. Y cuanto más poderosos nos volvemos, con más facilidad lo destruimos todo. Desde la revolucion industrial y tecnologica hemos impactado con una fuerza terrible sobre el medio ambiente y estamos poniendo en peligro muchos equilibrios fundamentales para la vida en el planeta.
Hoy es posible descubrir tres caminos para que la restauración del mundo sea posible.
I. Valorar que el impacto de lo pequeño puede ser definitivo. Una pequeña aldea puede cambiar el destino de la historia, como una simple persona, puede iniciar un cambio irreversible. Cuando creémos que no valemos nada, ni podémos nada, nos equivocamos. Quién iba a sospechar que alguien tan insignificante como un belenita afincado en Nazaret, se convertiría en el punto desde el que hemos contado la historia en occidente durante tanto tiempo. Cierto que Él es el Hijo de Dios, pero no es menos cierto que nosotros estamos ungidos por el Espíritu Santo. Todos podemos hacer mucho por cambiar las cosas. Una reacción en cadena es capaz de modificar las cosas, la energía nuclear nos enseña que eso puede ser posible. Cristo Jesús es una reacción en cadena que ha inclinado la historia humana en una dirección distinta.
II. Superar el narcisismo es sanador para el bien común global tanto de personas como del planeta y todo lo vivo. El culto religioso antiguo consistía en celebrar rituales para lograr de ese modo objetivos egoístas individuales o de grupo. Todavía hoy seguimos relacionándonos con lo divino del mismo modo. El mensaje de la carta a los hebreos ha sido ignorado casi por completo por muchos. Es la ofrenda de uno mismo por amor a los demás, por buscar el bien de todos y de todo, lo que es el culto que Dios espera de nosotros, y lo demás sin eso, son rituales vacíos. La verdadera liturgia sucede cuando vivimos ofrendando nuestra existencia por el bien universal. Y no buscando nuestra crasa aspiración narcisista. El narcisismo es el veneno que hoy está enfermando muchas instancias de poder en nuestro mundo generando verdaderas super estructuras de pecado. Sin dejarlo atrás simplemente seguimos dando pasos hacia el abismo.
III. La fe en que el universo tiene sentido, nos llena de alegría, nos infunde esperanza, nos regala la paz y convierte nuestra vida en una bendición. Isabel contagiada por María, lo vive en primera plana. Cuando no creemos que el universo tiene un sentido, o que puede tenerlo si tomamos las decisiones adecuadas, la existencia se torna una suerte de maldición a tiempo parcial o por completo. La inquietud angustiante sustituye a la paz. La esperanza se esfuma y la desesperación se convierte en nuestro agónico habitat. El absurdo resultante da paso a la tristeza como compañera constante de la alegría vital y la termina desangrando progresivamente. Si perdemos esta fe, lo perdemos todo. Hasta para pensar e investigar necesitamos fe en que merece la pena hacerlo. La ausencia de esa fe nos convierte en escépticos. Y el escepticismo no aporta mucho, la capacidad crítica, no es el escepticismo como algunos piensan. Quien critica algo tiene fe en que para hallar la verdad se necesita un mayor rigor o pericia. Y eso no es el escepticismo. El esceptico se siente perdido, quien critica un enfoque, trata de encontrar nuevas vías. Y eso no es sentirse perdido sino empeñarse en seguir buscando. El esceptico tira la toalla. El crítico, cree en que merece la pena seguir investigando. El escepticismo no nos lleva a ninguna parte. La fe en que todo merece la pena sí. Pues el mensaje hoy es claro, dichoso eres y serás cuando sepas y veas que lo que has creído se cumple. No es posible vivir en plenitud sin esta fe. Podemos vivir o mal vivir. Pero eso no convierte en bendita la existencia de nadie. Y en cambio si amarga la existencia de muchos. En esa dirección solo la frivolidad resulta una experiencia tolerable de vida. Y no son pocos hoy los que han decidido tomar ese camino. La sociedad postmoderna tiene mucho de eso. La modernidad creía en algo aunque pudiese estar equivocada, la postmodernidad no cree en nada. Si no superamos este límite mental y cultural, como ya hicieron en el pasado Platón y Aristóteles, no podremos restaurar el mundo.
Una buena lección sin duda para los que deseamos mantener nuestro ánimo firme en el transcurso de nuestras vidas. Restauremos pués el mundo hermanos.
0. El materialismo está ciego. ¿Qué es la materia? Los cuánticos nos decubren que es algo más cercano al misterio que una realidad totalmente clarificada. Aún persiste su a-racionalidad más que manifiesta. Sabemos qué pasa, aunque no siempre sepamos por qué pasa. Pero aún más. ¿es posible la existencia de la materia sin estructura alguna?. Con Aristóteles afirmo que no. Todo lo material se estructura de una u otra manera. Y es gracias a la estructura de cada cosa que aparecen realidades inorgánicas u orgánicas. La química más básica eso lo tiene muy claro. La conjunción estructurada de unos u otros elementos, da lugar a un tipo de química u otro. Cuando muchos se preguntan que es el espíritu, siempre les respondo lo mismo. La estructura de cada realidad material existente. Es evidente que la estructura no resulta evidente tras un análisis de distinto tipo. Más por el orden de las sustancias ahí presentes se infiere su presencia en nuestra razón que dirige la investigación. El espíritu no es una sustancia material más. Es la estructura que configura las sustancias materiales de un modo determinado. Llevado de esta visión de las cosas, entiendo que el espíritu aquí es la estructura que hace que la materia, misteriosa en sí misma, se configure como un ente o un existente en un universo espacio temporal como el nuestro. Es claro que no todas las configuraciones estructurales son del mismo tipo. No es lo mismo un ente que un existente. Un ente es una piedra, un existente es un ente vivo. Pero una celula, una planta, un animal o una persona, no son lo mismo ni del mismo tipo. Lo espiritual no configura del mismo modo lo que existe. Hay diferencias de grado enormes. Pero no de valor necesariamente. El antropocentrismo con su ceguera ha creado demasiado daño al planeta para que persistamos en su error. No es posible la existencia del hombre sin lo demás que lo acompaña y del que él mismo se ha generado tras un complejo proceso que ha durado desde hace miles de años.
Aún así, persisten los que quisieran entender de que tipo es la naturaleza de una realidad espiritual. Porque hay personas que sin atisbar un cierto caracter material en una sustancia se niegan a aceptar su existencia. Santo Tomás apóstol fue uno de ellos. Para salir de esa duda, simplemente hay que saber contar, saber hacer operaciones matemáticas sencillas, ni siquiera es necesario saber resolver problemas complejos ni entender teoremas difíciles. La matemática es real y verdadera exista un ser humano que la descubra o la piense o no. Incluso son las mismas sea cual sea la cabeza o la cultura que las considere. Son las que son. Válidas para todos. Son globales. Esto pone nerviosos a los nacionalistas, a los tribales, pero eso sólo pone de manifiesto el error básico que sustenta esas rancias y raquiticas posiciones mentales presas de su oscurantismo. La matematica no se identifica con un escaner. Pero sin duda un escaner es imposible de hacer sin ellas. Todo el universo es pura matemática. Es su música interior y hace posible su misma estructura. El espíritu que no es matemática sino mucho más, es de esa naturaleza. Es una instancia configuradora, estructurante, y en cada ente o existente actúa de una manera distinta.
El Espíritu Santo es la estructura que nos configura como Dios mismo, que no sólo nos hace existir sino que nos transfigura, que nos diviniza. La divinización es la estructuración de todos y de todo desde Dios, más allá de la mera existencia mundanal. El mundo está llamado a evolucionar hacia lo divino. Y eso es lo que el Espíritu Santo produce. El Dios con nosotros, que es el Espírtu Santo hoy, nos diviniza a todos y a todo, gradualmente. Pero este proceso no es la resultante de una necesidad o de un proceso determinado. Es un proceso que se realiza a traves de un diálogo enamorado y que puede fracasar. El Espíritu Santo nos estructura a cada uno en diálogo con nuestra inteligencia y nuestra libertad en el caso de las personas. En el caso de todo lo demás, lo hace a traves nuestro. Pues sin todo lo demás, el ser humano, la persona humana, es imposible. Si somos nosotros divinizados, todo lo que nos hace posibles, como existentes, también lo es. Porque nosotros somos ellos, y ellos son nosotros. El ser humano lo engloba todo, porque todo lo demás hace posible al ser humano. La suerte global es única para todos. Cuando hablamos de la “salvación de las almas” hablamos de la Nueva Creación. Y esta es la resultante final de la acción del Espíritu en todo y en todos. Eso es lo que permitirá que Dios lo sea todo en todos y en todo. Los cielos nuevos y la tierra nueva, sólo serán posibles así. De modo que lo que ocurre cuando el Espíritu Santo viene sobre nosotros es que en diálogo amoroso con nuestra conciencia, fuente de nuestros pensamientos, sentimientos y actos, su acción nos estructura por completo de un modo totalmente nuevo. Así es como nuestra matería misteriosa, se estructura más allá de este universo espacio temporal, evoluciona, para existir no un marco de espacio y tiempo, sino en Dios mismo. Pasamos de este modo de ser sin plenitud, a existir en plenitud, a vivir en abundancia.
¿Qué no lo sabemos todo? ¡Es cierto!. Pero existir en el misterio es lo que tiene. No hay que perder los papeles por ello. Así vivió Lucy en el valle del Rift, y para su sorpresa, parte de su esqueleto hoy recorre el mundo, de museo en museo. Seguro que no pensó en ello cuando caminaba por aquel mundo humano, que según parece, acababa de nacer. Me gusta pensar así, porque tengo claro, que aunque por importante y mínima que fuese su existencia, su configuración estructural íntima, no se ha perdido. Aquella pequeña personita jugó un papel fundamental para que todos nosotros pudiesemos ser quienes somos. Cada alma, es la plasmación espiritual que configura la materia de un modo determinado, y aunque unos entes materiales son mucho más complejos que otros ninguno es capaz de explicar su existencia sin la presencia de los otros. Debe ser que el ombligo pone de manifiesto lo interconectados que estamos todos unos con otros.
Por todo eso el mismo Espíritu que sobrevoló sobre el caos y puso en marcha el cosmos, configurando de un modo totalmente nuevo, estructurandolo todo de modo progresivo, de igual manera, obra en ti y en mí. Como un día lo hizo en el vientre virginal de María, y como cada día lo hace sobre el pan y el vino al celebrar la Eucaristia. Lo que llamamos transustanciación es la estructuración de un ente sin modificar necesariamente por ello su apariencia física. Más al configurarla de un modo totalmente nuevo es posible que algo se torne alguien, y que una cosa pase a ser una persona. ¿Qué no lo entiendo? Cierto. ¿Que es misterioso? También. Más no olvidemos que eso mismo pasa en el universo cuántico y no por eso deja de ser cierto y existir. Si sólo existiera lo que entendemos reduciríamos el universo a muy pocas cosas. Bien decía Aristóteles: “El hombre, cuanto más estudia es más sencillo, porque a medida que estudia descubre la grandeza de su ignorancia”. Esto muchos no lo digieren bien, por eso Schopenhauer les enseña por qué es bueno ser humildes: “Un alto grado de intelecto tiende a hacer que un hombre sea antisiocial” o políticamente incorrecto, como gustéis. Así que un poquito de por favor, como decía Quintero, ya basta de materialismos dogmáticos y ciegos, un poco más de profundidad y de nivel por favor.
3. ¿Como hablaros de Él si yo como el Bautista soy indigno de desatar la correa de su sandalia? Un pecador os habla hoy en nombre de Jesús. Su mensaje este día es claro: Si Dios está hay alegria. En cambio si Dios no está la alegría resulta herida y caduca. Desde tres ángulos se nos explica esta lección.
Los profetas en la primera lectura y en el cántico de hoy son muy claros. Si Dios está hay salvación, y no frustración. Dios exorciza el imperio del nihilismo y sus consecuentes absurdos. Si Dios está la vida ya no es un camino hacia el duelo, sino la apertura a una fiesta sin límites. Sofonías nos convoca a esta fiesta y el cántico salmódico nos invita a gritar jubilosos por el destino glorioso que nos aguarda. Por eso hija de Sión alegrate porque el Señor está en tí, salvador y rey. La frustracion entristece, en cambio, la salvación, anima, alegra. Si leyesemos esta profecía en clave personal, oyendo en la voz del profeta, la de nuestros seres amados que se han ido, las lágrimas de gozo se adueñarían de nuestros rostros. La alegria no brota de la frustracion, sino de la esperanza de salvación. Por eso basta de miedos, de inquietudes, de tristezas, de desafallecimientos. Grita de gozo, regocijate y disfruta con todo tu ser. No hay mal que pueda contigo si Dios está a tu lado salvándote. Si te renueva con su amor exultarás y te alegrarás, y tu vida será una fiesta. Estamos convocados a una fiesta, he ahí la profunda razón para la alegria. La vida no es un valle de lágrimas que nos ahogan. No es un perpetuo funeral, sino un aliento de esperanza permanente.
El apóstol no se queda atrás. Piensa que el fin está cerca.Y nos recomienda mesura, no agitación. Nos recomienda paz, y antes que nada, alegría. Y no de cualquier manera sino con rotundidad: os lo repito estad alegres. Es cuestión de empeñarse. Quizás vivamos rodeados de causas que nos empujan a las preocupaciones o a la depresión. No pocas veces corremos el peligro de perder la esperanza. Más el apóstol nos dice que no estamos solos. Que el resucitado camina a nuestro lado y nos aguarda, y en esa dulce compañía, Pablo, vence todas sus preocupaciones. Su espiritualiadad consiste en encontrar motivos para mantenerse alegre contra viento y marea, en mirar más allá para encontrar a Cristo resucitado por encima de todos los problemas que le afligen. El apóstol vive en duelo constante contra la desesperación. Y adopta la pose más dificil, esperar contra toda esperanza. Le sería más fácil rendirse pero ni se le ocurre. Incluso sería explicable para él como humano que es, pero Pablo se sabe un ciudadano del cielo. No está solo ante el peligro, Jesucristo camina a su lado, y eso le da razones constantes para empeñarse en la alegría. La espiritualidad para él es la fuente constante de la alegría. He aquí la segunda razón para la alegría, su perpetua cercanía: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” y esa es la experiencia que Pablo tiene de su Señor Jesús. ¿Si el Señor está con nosotros, quien estará contra nosotros?. Esa es la fuerza de la fe que vivida como esperanza nos transfigura en alegría viva.
El Evangelio nos regala la tercera razón para estar alegres. Jesús quemará como fuego la paja del desamor, para quedarse con el grano del amor. La corrupción, la extorsión y la falta de solidaridad, la carencia de fraternidad, nos hacen sufrir. El amor nos hace sonreir. Cuando nos separamos de los que amamos lloramos. Más si imaginamos que nos reencontramos con ellos, sonreímos y lloramos de un modo totalmente distinto. Estando alegres se llora de emoción. Si el Dios de Jesucristo está el amor reina eternamente, y la alegría infinita queda garantizada. Pero no cualquier dios. El Dios de Jesucristo. Pues muchas veces el dios de la religiones sólo sirve para llenarnos de miedos, de culpas escrupulosas y enfermizas, y de vergüenzas tóxicas. Pero Jesús incendia esa paja y la elimina, porque tal experiencia humana, es venenosa, por muy religiosa que resulte su vestimenta. El Dios de Jesús nos libera. Y nos enseña a amar y por ende a vivir una alegría sin límites y a prueba de bombas. Vitalismo puro sin asomo alguno de nostalgia abúlica. Ama y sonríe. A esto se te convoca. Abandona el desamor y no sabrás que es la tristeza agónica.
Estas tres razones nos descubren el verdadero sentido de la moral y de la ética. Construyete como persona. Y evita todo pensamiento que te aparte de la alegría y el amor, pues ese avión sólo te lleva a tu destrucción como ser humano. La alegría te construye como persona, como lo hacen también la paz y la fortaleza, como lo logra la esperanza, el amor es lo que te construye como persona. El miedo, el desfallecimiento, la desesperación, el desamor, te destruyen como persona, a ti y a los demás. Ciertamente Jesús necesitamos tu Espíritu. Danoslo a borbotones como nos enseña hoy el bautista. Danoslo pues sin él nos quedaremos sin aliento vital. Danoslo y amando, dibujarás la mayor de nuestras sonrisas en nuestros rostros. Oh Jesús, hazlo, pues por algo dicen de ti que eres el gozo del universo, la alegría de los hombres. ¡Ven Espíritu!¡VEN!.
0. Si Dios pudo hacer el universo de la nada, no se porqué no va a poder hacer que en la nada de un vientre virginal brote una vida. Si el Espíritu que sobrevoló el caos en el origen de todo, revoloteó en el vientre de la llena de Gracia dando a luz la vida como creo el cosmos del caos, no se porqué, si este mismo Espíritu es convocado sobre el pan y el vino, no va a ser capaz de hacer presente en dos cosas, la persona gloriosa de Cristo Jesús. El mismo Espíritu que hizo todo de la nada, que creó la vida humana en el seno de una Virgen, es capaz de transformar la nada material del pan y del vino en la persona maravillosa de Cristo vivo y resucitado. De cosa a persona gloriosa eso ocurre en la Eucaristía. El Gran Espíritu de Dios lo hace posible. El gran Espíritu de Dios que todo lo crea, todo lo engendra y todo lo transfigura. Creación, Encarnación y Transustanciación sacramental están profundamente conectados. ¡Aleluya!.
2. La Escritura hoy me ofrece tres lecciones de particular interés. La primera la muestra el Génesis. Tenemos una tendencia enfermiza a culpar a los demás de nuestras torpes decisiones. Y la cuestión es que cuando hacemos eso normalmente no nos damos cuenta donde está el quid del problema. Sigamos el mítico relato: Adán consiente a la propuesta de Eva. Y Eva consiente a la invitación de la serpiente que en este caso representa simbolicamente al maligno. Por tanto el verdadero problema, el origen del mal, está en la voluntad del maligno de echar a perder todo lo que Dios ha creado. Y como con los animales no puede influir porque viven inmersos en el instinto, su intención se dirige contra los seres humanos que posen libertad de acción. Y los engaña. El maligno es el problema y no los humanos, que son en parte víctimas por caer en el engaño, en su juicio erroneo de conciencia. Así que ya basta de culpar al hombre o a la mujer, del mal original. Cuantos machistas estúpidos han encontrado en este relato el fundamento para sus torpes juicios. El mal nos engaña a todos. Y así es como crea cadenas de estupidez que terminan por intoxicarnos a grupos enteros de personas. El error de una conciencia puede ser letal para todo un grupo humano si éste asume el juicio de esa conciencia errada como cierto. Así que puede decirse con cierta solvencia que en no pocas ocasiones antes que malos somos tontos. Y todo, por no percatarnos, que tras unas actitudes erróneas, hay un juicio de conciencia equivocado. Que importante no es solamente ser libre, sino verdaderamente inteligente. Pues no basta con conducirse, es importante sobre todo saber conducirse.
La segunda lección la ofrece el apóstol. Si leo la carta a los Efesios pensando en María, el texto queda de esta manera: “María fue elegida en Cristo antes de la fundación para ser Santa e intachable ante él por el amor. María fue destinada por medio de Jesucristo a ser su Madre, llenándola de la Gracia de Dios que generosamente le fue concedida para alabanza de su Gloria que habría de manifestarse. Y gracias a su Sí, hemos heredado nosotros por Cristo, el fruto de su vientre puro, la Bendición, y así colmados de bendiciones espirituales, podemos ser alabanza de su gloria. Cumpliendose todo lo prometido por los profetas acerca de lo que serían los días del Mesías”. María es Inmaculada para que todos nosotros podamos volvernos inmaculados. Gracias a que su juicio de conciencia no fue equivocado todos podemos alcanzar maravillas insospechadas para nosotros.
La tercera lección la regala Lucas. No hay que temer a Dios porque no quiere robarnos nada. No quiere despojarnos de nuestra libertad ni de nuestra inteligencia. No quiere despojarnos del alma. Y menos aún quiere impedir nuestro crecimiento y evolución. Al contrario, nos ofrece alcanzar su gloria, “llegar a ser como dioses”, y tal cosa la hace posible regalándonos su Santo Espíritu, que podrá hacer posible, lo que a nosotros nos parece imposible. Simplemente debemos consentir como María, despues de considerarlo como ella en conciencia. Siéndo verdaderamente libres e inteligentes. Este Espíritu nos guiará para no caer en los errores con los que el maligno nos engaña con facilidad si nos dejamos guiar por su luz. De ahí que sea tan importante no llamar a la obra del Espíritu, obra del maligno, como hicieron no pocos paisanos de Jesús en sus dias. El Espíritu no cesa de iluminar a quien lo pide y se deja conducir por su luminosa voz. Es un juego de seducción, de puro enamoramiento, y en ese juego maravilloso, nunca dejaremos de ser quienes somos, porque si de alguien está enamorado Dios es de todos y cada uno de nosotros. Por eso es una torpeza considerar que Él quiere convertirnos en marionetas, porque entonces, el amado no tendría ante sí a la persona real y verdadera que es la que ama hasta dar su vida por ella. Sin duda me gusta más este modo biblico de hablar sobre el tratado de Gracia, que el que no pocos teólogos han construido a lo largo de los siglos en diferentes escuelas, complicándo innecesariamente la explicación de como Dios se relaciona con nosotros.
De modo que gracias a estás tres lecciones interconectadas, donde María Inmaculada juega un papel fundamental, comprendo como es posible que se geste y se desarrolle la Nueva Creación que hemos llamado redención. Por algo llamamos a María madre de la Iglesia, porque a través de ella, y sus humildes pasos entendemos mucho mejor, todas las cosas. Así que Madre Santa bendita seas por los siglos de los siglos. Amén.
1. Los griegos antiguos fueron gente lista. Sabían que algo era verdadero, cuando descubrían que era bueno y bello. Sabían que algo era bello, cuando descubrían que era verdadero y bueno. Y de igual modo sabían que algo era bueno porque comprobaban que era verdadero y bello. A grandes rasgos así funcionaban sus mentes. De hecho desde que un alemán dejó de creer en la verdad, la bondad y la belleza, el mundo se ha desquiciado y se abocado al nihilismo. Mis modos de ver las cosas. Simplemente eso.
Por eso en este domingo me instruyen sobre las actitudes que resultan buenas, bellas y verdaderas en la vida. Y es que la convivencia con Jesús, mi Señor y mi Amigo, me descubre mi verdad, lo que es bueno para mí y lo que me transforma en alguien luminosamente bello.
Por el profeta descubro que la esperanza es más buena y más bella que la desesperación, y por ello es más verdadera. Por el mismo profeta descubro que la justicia y el derecho son más bellos que la injusticia y por eso más buenos y verdaderos. Por el apóstol descubro que el amor en más verdadero que el desamor, y por ello más bueno y más bello. Y ademas aprendo que imitar a la gente honrada y justa es mejor (más bueno) que imitar a los corruptos, y por eso se que esa es la actitud verdadera y bella. Por el Evangelio entiendo que liberarse de la angustia, el miedo y la ansiedad es mejor (más bueno) que vivir siendo esclavo de ellos, y por eso sé que es mucho mas verdadero y bello que su contrario. Además descubro que vivir despierto ante la necesidades de todos, incluido yo mismo, es mejor que vivir dormido ante los retos que se nos plantean, y de nuevo el bien me descubre la verdad y la belleza de dicha actitud. Por último vivir la vida con control, sabiendo dosificar el trabajo y la diversión, es mucho mejor que vivir como un esclavo del trabajo o como un vividor que de tanto gozar termina por reventar. El control, al diversificar la vida, la enriquece y nos permite abrirnos a descubrir que es lo importante, sin hacer que una faceta de ella, eclipse las demás. Por ser esto mejor, se descubre como mucho más verdadero y bello y que su opuesto.
Es curioso descubrir como la fe cristiana se hace compatible con uno de los pilares básicos de la cultura helénica. Y como se retroalimentan la una a la otra. En este Adviento pediré al Espíritu Santo que venga sobre mí, y me nutra de estas actitudes bellas, buenas y verdaderas. Pues después de 39 años diciendo ¡Ven Señor!, creo que el mejor significado que puedo darle a esa palabras es éste: “Ven Espíritu ¡VEN!.
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PURISIMA (HOMILIA EN EL PALMAR 8-12-2018)
El Palmar no se entiende sin la Purísima. Este pueblo que fue una finca de un canónigo que legó su herencia a sus sobrinos, con las condiciones de salvaguardar las viviendas de sus aparceros y la de construirles una iglesia, fue una bandera discutida, que supuso un duro pleito de los Verástegui contra los Velez. Al final D.Juan de Verástegui se alzó con la propiedad y pudo salvaguardar los anhelos de su difunto tío Antonio presbítero canónigo de la Catedral. Gracias pues a D. Juan y a su primera esposa, El Palmar sigue estando donde está y sigue siendo como es. Sin ese matrimonio nuestro pueblo sería distinto y no tendría explicación, si es que no hubiese llegado a desaparecer presa de los intereses del Velez que quería apropiarse del lugar. De ahí, que El Palmar adquiriese el sobrenombre del “Lugar de D. Juan”. Y ello con toda la razón del mundo. Bien caro le costó a su linaje que durante dos generaciones fueron ninguneados por el poderoso Marqués de los Velez.
La vinculación de la familia Verástegui a los franciscanos les otorgó una enorme devoción por la advocación de la Purísima, que en aquellos años se encontraba en alza, como la labor diocesana, nacional e incluso ante la Santa Sede, de nuestro Obispo Trejo, puso de manifiesto. De ahí que por voluntad de D. Juan la Purísima ocupase el lugar que ocupa como Patrona de nuestro pueblo, y no solo como titular de esta parroquia. Su primera esposa Lucrecia, original de Montpellier, manifestó su deseo de que el copatrón fuese un paisano suyo: San Roque. Y bajo estas dos advocaciones devocionales de dicho matrimonio, quedó El Palmar amparado desde sus mismos inicios hasta hoy.
Es inexplicable que a día de hoy no exista en este lugar un monumento que conmemore a ese matrimonio sin el cual El Palmar no sería lo que es y como es. Ojalá y que alguna vez se subsane dicha deficiencia.
Con el tiempo aquella aldea singular por tener esta Iglesia aneja a la Catedral de Murcia desde 1615, se convirtió primero en Madre de todas las iglesias de alrededor: La Alberca, Santo Angel, Aljucer, Sangonera la Verde y la Seca, la voz Negra y San Ginés, que progresivamente se independizaron. Después se erigió en un centro industrial de primera magnitud y por tanto en un núcleo obrero muy importante anejo a Murcia. Por último pasados los años se ha transformado en sede de grandes instituciones sanitarias, múltiples servicios y en una ciudad dormitorio del cinturón metropolitano de Murcia.
Si bien por este motivo hoy, esta población se ve expuesta a los problemas que una entidad urbana de estas características conlleva: masificación, despersonalización, desidia por lo propio porque solo la ciudad cuenta y mucho individualismo. Eso es mortal para El Palmar, porque con el tiempo corre el peligro de que solo le quede como propio el nombre. Pues sus costumbres, su carácter, sus tradiciones y hasta sus fiestas acabarán diluidas en un mar de anonimato donde solo nos preocupa salvaguardar nuestra intimidad, nuestra tranquilidad y poco más. Por ello no me cansaré de animar a los colectivos que trabajáis por impedir que esto ocurra. Pero os digo más: no caminéis por libre. Uniros todos por El Palmar. Pues como bien dijo una chica de entre vosotros: en la unión está la fuerza.
Además la ciudad dormitorio supone la mayoría de las veces la implantación del secularismo, debido al desarraigo de la población que la habita, procedente de otros lugares que nada tienen que ver con éste, y que vive fuera de aquí, la mayor parte de su tiempo profesional incluso de ocio y cultura. Si el mundo religioso ocupó un espacio en sus vidas, quedó atrás con la patria chica que abandonaron para venir a vivir aquí. Pues en la mayoría de los casos no es una experiencia religiosa profunda, la que ha caracterizado la vida de estos “nómadas” católicos por herencia cultural que no por convicción personal. Así que a todo lo que hemos apuntado anteriormente estas entidades urbanas aportan a las personas una desacralización de sus vidas. En estos entornos se existe, se trabaja para vivir y acaso para divertirse algo de cuando en cuando. Pensar resulta molesto. Porque nos cuestiona los motivos que tenemos para vivir. Por eso en estos entornos se suele optar por la frivolidad y la distracción pues así la ausencia de respuestas para las preguntas difíciles no duelen tanto.
Pero no por ello cesan las situaciones límite (los males físicos, personales, sociales, morales; los sufrimientos de toda especie y la muerte propia o de los seres amados), y estás siempre nos conducen a una encrucijada que Hegel definió de esta sencilla manera: “¿O Dios o la Nada?”.
Hoy que es la Purísima, celebramos a nuestra patrona que nos legó D. Juan de Verastegui allá por el siglo XVII. En esta fiesta ¿podemos encontrar una respuesta para esta pregunta difícil que el filósofo alemán nos dirige a los que habitamos esta ciudad dormitorio? La respuesta es afirmativa.
María es la nueva Eva. Si Eva es madre de los hombres (Gen 3). María es madre de los hijos de Dios. Y su existencia proclama a gritos que el “Hecho humano y su universo acaban en Gloría”. Su Concepción Inmaculada es la puerta a su Asunción. La carta a los Efesios (1, 3-12) que hemos oído se cumple plenamente en ella. María está inserta en Dios y no en la nada. Totalmente inserta en el misterio de Dios. Nunca estaré de acuerdo con los que se empeñan en oponer a la Nazarena sencilla con la Theotokos. Porque una y otra son la misma. Pues la segunda incluye a la primera en el misterio de Dios y así nos incluye en él a todos. Este proceso de “divinización” de la Nazarena se produjo a lo largo de toda su vida humilde pero no por ello irrelevante.
María cuando acepta ser nuestra madre porque su Hijo se lo pide al píe de la cruz se convierte en un Reflejo de Dios Padre. Porque está dispuesta como Él a perdonar a aquellos que matan a su Hijo porque no saben lo que hacen. Con este amor propio de Dios es con el que ella pisa la cabeza de la serpiente como en el Génesis se ha profetizado. Al mundo hay que salvarlo porque si vivimos como ovejas sin pastor solo encontraremos frustración, y no es ese el destino que el Dios que nos ama hasta el extremo quiere entregarnos si decidimos desposarnos con Él. María en nuestro nombre ha dicho “Hágase como dices” en el Evangelio de Lucas (1), lo acabamos de escuchar.
María por estar llena de la Gracia de Dios y por aceptar convertirse en una Fuente Santa de Gracia para todos es Reflejo de Dios Hijo. Pues en su sí no ha quedado excluido nadie. “Todas las generaciones sin fin” cantarán sus maravillas si quieren. El canto del Magnificat proclama a las claras que María no excluya a nadie de la Gracia de Dios y de nuevo la Carta a los Efesios vuelve a cumplirse por ello en su persona. María no escatima de manera miserable al derramar su gracia, la derrocha. Pues los que la invocan no se tienen por perfectos. Basta rezar un Ave María para darse cuenta. Somos los pecadores los que necesitamos su auxilio, pues son los enfermos los que necesitan médico, no los sanos.
María cuando nos gesta en la Iglesia con su intercesión para hacer de nosotros “otros Cristos” llenos de Fe, Esperanza y Caridad es reflejo de Dios Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo (la Ruaj) es la alfarera que nos gesta en esta alfarería que es la Iglesia para nacer a la Vida Eterna aprendiendo antes a Vivir en Plenitud. Porque para vivir la Vida Eterna no valen los que desconocen las verdaderas fuentes del Vitalismo. No os remováis en vuestros asientos porque he llamado alfarera al Espíritu Santo. En hebreo su nombre es femenino: La Ruáj. El lado femenino de Dios que obra maravillas sin concurso de varón se percibe en la acción de la “Ruáj” en María y en la Iglesia. Aunque para algunos machistas la mujer sea un ser inferior, para Dios es uno más de los divinos perfiles de su sagrado rostro. Si bien si alguno quiere encontrar en esto un fundamento para crear con los sexos una supuesta lucha de clases anda muy errado. Porque en Dios lo masculino y lo femenino no son contrarios sino complementarios. De hecho en el mito del Génesis la ruptura de esta complementariedad es la causa de que el paraíso deje de serlo para pasar a ser mundo camino del infierno. Así que igual que María veló por los novios de Caná, hoy vela por nosotros, para que nunca se nos agüe o se nos agrie el vino de la ilusión por vivir. Y para que no vivimos desalentados pensando y sintiendo que “Todo es para nada”. Pues “Todo es para la gloria y la nada es pura apariencia”.
Si os dais cuenta María se convierte en un reto hoy para nuestra Parroquia que la tiene por Patrona. Porque si la llamamos nuestra Patrona es para que seamos cortados de acuerdo con su patrón. Pues eso es lo que han hecho desde siempre las costureras para realizar hermosos vestidos: ajustarse a patrones exactos. Así nos lo hizo ver un sacerdote hijo de este pueblo a muchos, tal día como éste, en la misa de la mañana y desde entonces no lo he olvidado.
Así que tenerla por Patrona significa que nuestra Parroquia debe estar inserta en Dios hoy, en medio de nuestro pueblo que si ayer fue otras cosas, hoy es una ciudad dormitorio. En El Palmar actual nuestra Parroquia debe mirar a su pueblo con entrañas compasivas porque está integrado por ovejas sin pastor, y a este mundo hay que salvarlo porque hay que amarlo. Sin amarlo no se le puede salvar. En el Palmar del Siglo XXI nuestra Parroquia no debe excluir a nadie del encuentro con la Gracia de Dios, pues no es la Santidad la causa del acceso a la Gracia, sino el acceso a la Gracia lo que produce la Santidad. Sea pues nuestra Parroquia para esta ciudad dormitorio, una Fuente Santa de Gracia para quien demande beber de las aguas vivas que de ella brotan. En éste nuestro Palmar de hoy, sea nuestra Parroquia un colectivo despierto al inmenso papel que la mujer desempaña sin el cual nada en ella funcionaría. Nuestra Iglesia mirando hoy a María Purísima, debe despertar en medio de esta ciudad dormitorio para invitar a todos a salir de su vida a medio gas. Esto supone hoy celebrar a nuestra Patrona.
Así que tú Palmareño de hoy ¿Qué quieres ser? ¿Quieres ser nada? ¿O quieres ser hijo de María Purísima como Jesús el Cristo? ¿Dios o la Nada? ¿Qué quieres?. Roque lo tuvo claro. Fortunato también, y con ellos, muchos más. Quisieron ser hijos de María como Jesús. ¿Y tú qué quieres ser? ¿Quieres dormir o despertar?. Si miras esos ojos y te dejas traspasar por ellos te encenderás de Fe, Esperanza y Caridad, y serás divinizado, y la nada no podrá alcanzarte para siempre.
Para terminar ya solo me queda pediros a todos cuantos estáis aquí que os pongáis en pie para orar, vueltos a la imagen hermosa y antigua de nuestra patrona, ésta plasmación perfecta de la visión de la mujer vestida de sol que Juan el apóstol describe en su libro del Apocalipsis (12, 1-17). Uníos con el corazón a mi plegaría humilde:
“María, Purísima Concepción.
Tú que engendraste y pudiste engendrar,
al mismo que te engendró:
¡No te olvides de El Palmar!
¡Pues desde 1615 te tiene por Patrona!
¡Te pido por ellos Señora!
¡Guárdalos en tu amor!
No dejes nunca que este pueblo tuyo
se transforme de ciudad dormitorio
en cementerio, donde tus hijos caminen
perdidos como muertos en vida.
Un día este lugar fue rico
en olivares y en Palmerales.
Pues que todos sus hijos de aquí
puedan salir ese Domingo de Ramos sin ocaso,
que será la Jerusalén del Cielo,
con ramos y palmas en sus manos.
Para cantar todos juntos como una sola familia
las alegrías del Reino de Dios.
Que no falte ninguno Madre.
Ni siquiera el alejado, el agnóstico o el ateo.
Que todos puedan compartir tu gozo.
¡Sálvanos María con tu intercesión misericordiosa!
¡Haznos eternos a todos en Dios, María!
¡Y que tu pie aplaste la cabeza de la nada
Para que nunca pueda adueñarse de ninguno de nosotros!
AMÉN
¡VIVA LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN!
¡VIVA LA MADRE DE EL PALMAR!
¡VIVA NUESTRA PATRONA!
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HOMILIA 2º ADVIENTO (400 ANIVERSARIO) AÑO 2015 CICLO C
La Palabra de Dios nos descubre quienes somos 400 años después de existir como una comunidad cristiana.
1º. Nuestra comunidad es una fiesta pues nuestra meta es la gloria. Y nuestro futuro el mismo que el de nuestra patrona querida. Del mismo modo que su ser se ha revestido de la gloria de Dios, nosotros estamos destinados a alcanzar dicha plenitud. Todos los hijos de esta comunidad de ayer, de hoy y de mañana están convocados a ese hermoso destino. Nuestra comunidad es la reunión de todos ellos para alcanzar ese nuevo ser maravilloso, que nos lleve a participar de la vida divina, cuando Dios lo sea todo en todos. Por eso hacemos bien en hacer fiesta en este “cuatroccento” de nuestra comunidad parroquial.
2º. Nuestra comunidad parroquial es un trabajo constante que consigue hermosos frutos, aunque eso nos suponga sacrificios enormes. Cuatro mártires nos acompañan en nuestro caminar y nos muestran que el sacrificio da fruto. También lo muestra la vida de San Roque nuestro copatrono. Y la Vida de María Purísima también lo muestra. Sus siete dolores muestran a toda la Iglesia, que tanto amor termina en Gloria. Pues la Purísima es asunta a los cielos, y ella, como nueva Eva del género humano, alcanza lo que estamos llamados a disfrutar todos aquellos que aceptándola como Madre, nos abrimos al futuro de gloria que ella ya disfruta. Trabajar la fe, la esperanza y el amor, con esfuerzo y sacrificio produce en nosotros la hermosa cosecha de la Vida en Plenitud.
3º. Nuestra comunidad es la oración que no cesa y el amor que sigue creciendo sin cesar. Oramos y amamos ayer. Oramos y amamos hoy. Y es importante que oremos y amemos mañana. Este hermoso aniversario debe incentivar en nosotros el espíritu de oración y el amor fraterno. Para que las generaciones futuras puedan recibir la misma hermosa herencia que nosotros hemos recibido. María Purísima ha congregado a innumerables personas a su alrededor convocándolos a la oración y al amor verdadero. Y hoy lo sigue haciendo y lo seguirá haciendo mañana. Formamos parte de los que llegan a quererse muchísimo en Cristo Jesús. Por ello este aniversario debe despertarnos a todos para que nunca cesemos en permitir a Dios que siga con nosotros esta buena obra que El quiso iniciar con nosotros en Cristo.
4º. Nuestra comunidad que comienza su andadura en este lugar sagrado en 1615, como otros la comenzaron en otros tiempos, está llamada a ser una comunidad bautismal abierta a todos. Preparando caminos para que todos puedan conocer y gozar la salvación de Dios. Es una comunidad que debe enderezar sendas, rellenar barrancos, rebajar montañas, enderezar lo tortuoso, y allanar las asperezas para que todos puedan ver la salvación de Dios. Francisco nuestro Papa actual así lo enseña. Y este es el signo de los tiempos. El kairos que nos convoca en nuestro aniversario. María se ha empeñado en hacerlo, cambiando hasta la hora de su Hijo con tal de que unos novios en Caná puedan experimentar el sabor del buen vino de la Nueva Alianza. No podemos cerrar las puertas de la salvación a los demás convirtiendo nuestra comunidad en el reducto exclusivo de unos pocos, como si se tratara de un club clasista de unos pocos selectos. Eso no ha sido nuestra comunidad y tampoco debe serlo ahora. Los libros bautismales lo prueban.
Así que feliz aniversario hermanos. Y que tras estos cuatrocientos años Dios nos permita seguir siendo la fiesta que somos, nos permita seguir trabajando para alcanzar la mejor de las cosechas. Que Dios nos permita seguir orando y amando más y más. Seguir abriendo puertas para que todos los que hoy viven y los que vendrán mañana puedan disfrutar la Salvación que Cristo nos regala. Si es así la celebración de este hermoso aniversario habrá merecido la pena. Y ahora marchemos hacia nuestra Iglesia madre, Santa María, la Catedral, acompañando a la Purísima, a San Roque y al Beato Fortunato y sus compañeros mártires, y que Dios nos permita seguir hoy y mañana dando gracias como María por Dios nos llena de Gracia y del mismo modo nos conceda poder hacer lo que Cristo nos enseña, diciendo con María: Hágase en mí según tu Palabra.